Me agobia la desdicha sufrida de un destino que no apaga pero alerta. Estoy descompuesta viendo como todo se puede ir al garete. Desde la lejanía diviso un final no muy certero. Me tambaleo haciendo equilibrio en un listón de madera dónde apenas caben los dedos de mis pies. Poco a poco camino para no caerme. Sostengo en una mano un corazón joven ensangrentado que todavía vibra con fuerza y en la otra los ojos arrancados de mi cara. Una fina venda blanca tapa la oquedad del vacío mientras sigo hacia adelante como el loco del tarot.
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