La frágil oleada de tempestad volaba hacia mi mente como emergida de lo más profundo del inconsciente. Voraz y atrevida hasta alcanzar el mástil que robusto embellecía la vista. Roto por la lluvia tronchaba la madera, crujía y arrasaba todo a su paso, parecía que el mundo se acababa en minutos. Y después de la oleada surge una idea: una flor brota. Es una amapola o una orquídea que tras el destrozo consigue salir.
Gracias a la tempestad por llevarte lo viejo, aunque a veces feroz y trágico, conviene más que arrastrar la vieja y corrompida madera de un barco roto y astillado que yacía a la deriva sin quererlo siquiera.
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