1° Enfermo

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Castiel era relativamente nuevo en eso del sentir como humano.

Desde que había perdido —y recuperado— su gracia angelical por culpa de diversas criaturas indeseables, Castiel había aprendido a ver el mundo desde otra perspectiva. La vida no le sabía a un conjunto de moléculas reunidas en un sándwich, y tampoco la veía solamente como la perfecta y compleja creación de su ausente padre; era, tal vez, como el funcionamiento perfecto y extraño de un rompecabezas compuesto por pequeñas piezas mecánicas que encajaban con mucha armonía entre sí.

Era más sencillo para él ahora entender la diferencia entre una sugerencia real de una sugerencia sarcástica.

Pero seguía siendo tan difícil saber que pensaban los demás como seres independientes e individuales. No estaba acostumbrado a la privacidad y unilateralidad que podían tener los humanos como un regalo exclusivo de su especie; ellos eran tan débiles pero tan independientes a la vez, que casi parecía una ironía cósmica llena de un significado casi filosófico.

Y también, desde que Metatrón lo engañó como a un idiota; Castiel descubrió que su pensamiento tenía un amplio vocabulario. Ya no era tan técnico, como si hubiera salido de una fábrica de computadoras hechas por algún ingeniero inteligente egresado del MIT; sino, tal vez, era una persona que tenía la tendencia a leer la filosofía de Nietzsche.

Aunque, continuando con su línea de ideas, para Castiel era difícil entender los pensamientos ajenos. Y mucho más difícil era entender y «solidarizarse» con las personas que tenían un amplio y delicado sentir humano.

Casualmente, una de esas personas era Dean Winchester.

Oh, sí. El cazador que le había apuñalado en el pecho cuando lo vio por primera vez.

Dean era un ser humano sumamente interesante.

Era fuerte y valiente, como todo buen cazador; era inteligente y astuto, con la capacidad de salir de cualquier apuro con un nota humorística e irónica; era sensible a su manera, comprendiendo como se sentían los demás, pero guardando sus sentimientos en lo más profundo de su sistema límbico; pero sobretodo, era una persona que jamás te abandonaría y que tenía esa fibra sensible de ser una buena madre.

Castiel se dio cuenta de ello cuando observó el comportamiento de Dean alrededor de su hermano en más de una ocasión. Él era como el estereotipo actualizado de una mamá gallina; siempre preocupado por su hermanito, cuidándolo de todo mal —aunque ya Sam estuviera cercano a los treinta y tantos, sin contar que fue utilizado por Lucifer en más de una ocasión y que, no menos importante, ya tenía suficientes traumas emocionales como para venderlos como una idea a la CW para producir y dirigir su propia sería televisiva—, y velando por su seguridad a pesar de que eso significara sacrificar algunos aspectos importantes de su vida.

Aspectos como el establecimiento permanente de una familia con descendientes, por ejemplo.

Pero según palabras propias del cazador, él estaba bien con tener a su baby, un par de cervezas, pay de manzana, a Sammy y a Castiel a su lado.

Y el ángel lo admiraba por ello.

Pero por más que lo admirara, seguía sin poder comprenderlo totalmente; en especial ahorita, que estaba presuntamente enfermo.

—Y pensar que pagué veinte dólares por esa hamburguesa —Dean se seguía lamentando después de la cuarta arcada frente al lavabo. Tenía la piel del rostro pálida y los labios temblorosos mientras se apoyaba firmemente de la cerámica. Sam estaba preocupado, puesto que Dean solamente se enfermaba cuando una maldición le caía encima; y ahora que estaban en medio de un caso en Arkansas, no tenían forma de cómo trasladarse al búnker para hallar los grimorios necesarios como para conseguir información—. Menuda mierda.

5 Momentos en los que Dean Winchester se comportó extraño ||Destiel||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora