Última.

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—6 AÑOS DESPUÉS—


—Tenemos que dejar de vernos.—Pronunció Sawamura decidido sorprendiendo a Miyuki quién frunció el ceño.—No va a funcionar.

—Eijun... No estás diciendo la verdad, nos amamos. 

—Precisamente es por eso, tú todavía te aferras a mí.—Resopló.—Yo ya no te amo.

El mayor de ambos alzó la mano temblorosa intentando tomar la mano del otro pero éste fue rápido y evitó el contacto, aquella acción rompió el corazón de Miyuki.—Por favor, no me dejes. Te necesito. 

Eijun negó con la cabeza para luego levantarse de la silla en el que se encontraba antes dejando al mayor desesperado y alzó la mano intentando alcanzarlo, pero no logró. 

Y ante sus ojos el lugar se volvió negro. 

Un jadeo escapó de los labios de Miyuki y abrió los ojos sintiendo su frente perlada de sudor, pasó su mano para secarla, miró por todo el alrededor y se encontró en su habitación.

El movimiento de la cama y seguido una voz familiar se hicieron presentes.—¿Kazu?—Miyuki volteó a verlo sintiendo como su corazón volvía a calmarse.—¿Estás bien?

—Sí, perdón por despertarte...—Dijo mientras se volteaba hacia él para abrazarlo.—Volvamos a dormir.

—¿Seguro? Te escuché hablar pero no te entendí...—Dijo mientras soltaba un bostezo para luego esconder su rostro en el pecho del mayor.—Si no quieres decir, está bien. Sólo quiero que sepas que estoy aquí y no me iré.

Eso era suficiente para saber que todo era real, que nada iba a separarlos pero aún así, Miyuki tenía miedo, miedo a perderlo y nunca recuperarlo. A pesar de no demostrar, temía arruinar todo lo que estaba construyendo después de la oportunidad que le dio Sawamura. 

El olor que desprendía del menor tranquilizó al otro que pudo volver a dormir. 


*-*-*


En uno de los pasillos del departamento se hallaba un perro de raza shiba inu sentado frente a la puerta, su cola movía de un lado a otro esperando con paciencia de que ésta se abriera. Unos pasos se escucharon a lo que el canino se levantó comenzando a ladrar con emoción y alzó sus patas delanteras hacia la persona que acababa de abrirla. 

—Oh, quieto. Demonios.—Se quejó Sawamura.—De acuerdo, ya llegué, ya basta, Mura. 

A pesar de que se quejaba, no podía quitar la sonrisa que llevaba, llevó una mano libre para acariciarle su cabeza pues la otra llevaba una bolsa. Después de darle unos cuantos mimos al canino, se dirigió hacia la cocina para dejar la bolsa y alzó su vista encontrándose con la hora que rezaba once de la mañana. 

Un suspiro escapó de sus labios para luego voltear su cabeza hacia la puerta de su habitación y dudó unos segundos para luego ir a abrirla. 

The time of a call.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora