Capítulo 6

726 79 8
                                    

Ahriel se estaba tomando una copa de vino frío con Sam en un restaurante junto al hotel mientras ambos esperaban a que Steve volviera de donde se hubiera metido después del funeral de Peggy Carter. La joven había tomado la madura e insoportable decisión de no atosigarlo, estaba sufriendo de una forma que ella comprendía bien y si lo que necesitaba era estar solo, no iba a ser Ahriel quién lo molestara.

Había sido Sam, en realidad. Lo había llamado, pero no hubo respuesta por parte de Steve, por lo que al percibir el estado de preocupación de Ahriel se la había llevado a un restaurante a presenciar por la televisión los Acuerdos de Sokovia.

Reconocieron a Nat, pelirroja y muy formal.

-Así vestida parece adulta y todo -bromeó Ahriel, terminándose la copa y pidiendo otra-, no me puedo creer que vaya a ocurrir todo esto, la verdad.

Su compañero de mesa miró la pantalla de la revisión con el gesto indiferente, examinando a todo aquel que era enfocado por las cámaras. Entonces uno de los parlamentarios, un hombre negro con el pelo blanco y bastante mayor se alzó delante de todos para soltar su discurso.

-Ese es el rey de Wakanda -comentó Sam, pinchando un trozo de tarta que habían decidido compartir.

Parecía que gran parte del restaurante estaba pendiente de lo que sucedía en Viena, Ahriel tenía un nudo en el estómago debido a los nervios, por alguna extraña razón estaba inquieta. Echó una mirada rápida a su móvil que seguía mudo, ningún mensaje, nada. ¿Dónde demonios estás Steve? Pensó.

Sam chasqueó los dedos delante de ella.

-Oye, tienes que estar tran...

El sonido de una explosión desoló el lugar, ambos giraron la cabeza hacia la televisión enorme y de pantalla plana, solo se veía humo, llamas y destrozos, entonces perdió la conexión y se apagó. Negro. Incertidumbre. El restaurante se empezó a llenar de exclamaciones.

- ¿Qué me decías? -preguntó Ahriel poniéndose en pie, sacando un par de libras y dejándolas sobre la mesa-. ¿Qué estuviera tranquila?

Llegaron a la entrada del hotel tan rápido que parecían que volaban.

Ahriel traspasaba la puerta de entrada buscando la llave de su habitación en el bolso, no se podía creer que no la encontrara de la prisa que tenía por subir y largarse corriendo a Viena. Había llamado a Nat, pero no había habido respuesta ninguna. Se mordió el labio inferior muy nerviosa por saber el estado de bienestar de su amiga.

-Voy a hacer mi maleta y la de Steve, algo me dice que todavía no ha pisado la habitación.

Sam se detuvo de repente, haciendo que la joven se chocara con su espalda.

- ¿Qué demonios? -masculló rodeando a su compañero-. Como detesto que...

Las palabras murieron en su boca como una flor marchita ante demasiado sol, se quedó rígida y la mano dentro del bolso se cerró fuerte e implacable sobre lo que parecía un tampón que quedó espachurrado bajo su agarre, desde que la espada de Frey se había fundido con su ser y la había nombrado su señora no solo su poder psíquico había aumentado, sino también su fuerza, su resistencia, hasta su velocidad.

Todos esos dones son fantásticos para la batalla, pera las misiones, para enfrentarse con los enemigos, claro que sí y, sin embargo, para qué narices necesitaba todo eso ahora si no podía hacer nada para evitar lo que veía.

Tragó saliva con dificultad, como si el nudo que le había aprisionado el estómago hubiera subido raudo hasta su garganta. ¿Era eso que sentía ganas de echarse a llorar? Sin duda tendría que estar a punto de bajarle la regla, ella no lloraba por tonterías como aquella, porque era una tontería ¿verdad?

Ángeles de Piedra (Capitán América)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora