Capítulo 2

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No había sonido alguno a su alrededor, todo se medía en silencio, en una confortable sensación de encontrarse dentro de una enorme burbuja que la transportaba lejos de allí. Todo era azul y luz. Flotaba en la inmensidad de un universo que parecía no tener fin. No se sentía presa, era libre, sin responsabilidades, sin problemas, sin tomar decisiones, solo estaba ella, la luz y el color azul.

Era lo más cerca que había estado de la tranquilidad en semanas.

Entonces sus pulmones comenzaron a clamar oxígeno, una punzante incomodidad la recorría y tuvo que impulsarse para volver a la superficie cristalina de su piscina.

El atardecer la sorprendió, ¿cuántas horas había permanecido en la piscina? Se miró las yemas de los dedos, tremendamente arrugadas. Se estaba convirtiendo en una pasa humana, debía salir ya. Con renuencia nadó hasta el borde y salió, sintiendo como el agua resbalaba por su cuerpo cubierto por el ajustado bañador de natación, era violeta y absolutamente horrible. Nat siempre se burlaba de él cada vez que la invitaba a nadar con ella, y qué decir de Wanda, eran unas insoportables.

Y las echaba inmensamente de menos. Con la toalla acolchada que olía a un rico y suave suavizante se comenzó a secar, se quitó el bañador y completamente desnuda entró en su casa, buscando una ducha que le quitara el cloro del agua de la piscina.

Con el albornoz blanco puesto y una toalla en el pelo salió pitando del baño, lleno de vapor después de la ducha para coger su móvil. Le había dicho a su ayudante que cancelase la reunión de última hora de la tarde, después de la comida con Pepper y su embriagado estado no había querido soportar a gente detestable.

Tuvo que resolver un incidente antes de poder secarse el pelo como es debido y ponerse la enorme camiseta de Steve que solía usar en casa. Le había puesto un poco de su perfume para auto reconfortarse, y con un bol de cereales de chocolate se sentó en su escritorio, para responder un par de emails antes de irse a acostar.

Sin embargo, hubo algo que la sorprendió, entre tantos correos del trabajo había uno con un título diferente: the winter is coming, puso los ojos en blanco ante la poca originalidad del título, estaba segura de saber quién era. Sonrió ante el recuerde de un guapísimo pelirrojo en una fiesta ya lejana, dos años atrás.

Al final sí que lo había necesitado, cliqueó sobre el email y este se abrió.

Información sobre el objetivo, una información que podría dar a Steve perfectamente, aunque él no se abriera lo suficiente como para contarme sus avances con Sam.

-James Buchanan Barnes -leyó Ahriel en voz alta, recorriendo con los ojos la foto infraganti que se le había hecho.

Con ojos llenos de parsimonia recorrió las líneas que describían el lugar donde se encontraba actualmente y qué era lo que hacía, Ewan era realmente bueno en su trabajo. No hizo preguntas cuando lo localizó, tampoco ella quería respuestas, todavía. Ella le había pedido un favor y le pagaba por ello, cualquier cosa que necesitara Ahriel se la conseguía sin quejarse.

Desvió la mirada hacia la pared que tenía en frente, donde la espada de Frey colgaba embutida en su vaina, un estremecimiento la recorrió entera al pensar que había viajado al pasado. Había visto al soldado metido en una cámara de criogenización, con los ojos abiertos de par en par, observándola. Aún soñaba con ese lugar, había intentado por todos los medios encontrarlo para sacarlo de allí, pero había sido en vano, la visión que había tenido era un retazo del pasado.

Muchas veces se preguntaba por qué la vaina le había mostrado aquella imagen, si había hecho bien contactando con Ewan McDougal para recabar la información. ¿Esto qué tendría que ver con ella, al fin y al cabo? Era un cabo unido a Steve. Su mejor amigo en la Segunda Guerra Mundial.

-Mierda -suspiró, apagó el ordenador y decidió que sería buena idea ver un rato la tele, no podría dormir después de eso.

Eligió una serie en Netflix y se tapó con una fina manta, la casa a veces parecía tan inmensa sin su novio que se preguntaba si debería tener un apartamento pequeño para cuando él se iba de misión sin ella.

Se quedó dormida durante la mitad del segundo capítulo, soñando con oscuridad y unos atormentados ojos que la miraban sin parpadear.

Algo se movía en los lindes de su conciencia, unos pensamientos, una mente ajetreada, unos recuerdos que no eran suyos. Se dio la vuelta en el sillón, sintiendo que la manta se deslizaba y dejaba al descubierto una pierna, el frío le lamió la piel, dio un par de patadas más despierta que dormida, esperando que la manta volviera a su lugar. Pero el gesto no funcionó, y con un gruñido de insatisfacción se incorporó para taparse. Se dio cuenta que seguía en el sillón, que la televisión estaba apagada y que una sombra la miraba desde lo alto, al lado suyo.

Olía a sudor, a tierra y a hombre.

Ahriel alzó la cabeza lentamente, como si no tuviera prisa para toparse con una mirada tan azules como el cielo despejado. El corazón le saltó en el pecho, las lágrimas se agolparon tras sus ojos y los labios se entreabrieron.

¿Era real o seguía soñando?

- ¿Steve? -susurró casi sin voz.

-Siempre es un placer verte así vestida -susurró él, rompiendo con su voz el dique del llanto.

Ahriel saltó, como una gacela, rodeando su cuello con sus brazos, escondiendo su rostro de él y envolviendo su cintura con sus piernas desnudas. Steve la apretó contra sí, aspiró el aroma de su pelo y su alma se sintió en paz durante un momento, estaba en casa.

Las manos de la joven, de repente inquietas, comenzaron a recorrerle el rostro en busca de heridas. Separó la cara de su hombro para inspeccionarlo mejor con los ojos.

-Oh, Dios -sollozó antes de pegar su boca a la de él.

Los dedos agarraron el pelo corto de Steve con fuerza, instándolo a besarla con pasión y acabando los dos hecho un lío en sofá. Jadeaban. Porque, de un momento a otro, había mucha prisa. La camiseta de Ahriel terminó en el suelo, el pantalón de Steve comenzó a ser desabrochado y sus bocas, fieras criaturas, no se separaban. Eran incapaces. No querían, deseaban esto con tanta fuerza que cuando Steve se separó de forma repentina Ahriel se encontró completamente desorientada.

- ¿Qué...? -atinó a musitar, con la boca roja e hinchada por los besos. Con el sujetador a medio desabrochar y con una mano de Steve metida bajo su ropa interior.

Él se fue alejando poco a poco, con las pupilas increíblemente dilatadas y la respiración entrecortada.

-No puedo -apenas murmuró, alejando sus manos de ella, haciéndola sentir un abrasador vacío en el pecho-, han ocurrido muchas cosas en Lagos y yo... yo no puedo ahora con...

Ahriel bajó las defensas de su mente, sondeando levemente el coco de Steve que, tras la niebla de lujuria que la hizo estremecer, encontró el desastre en tierra africana. Con rapidez volvió a tener la camiseta en su sitio, y sin mediar palabra obligó a Steve a meterse en la ducha mientras ella le preparaba algo de comer. Eran las tres de la madrugada, pero él estaba muerto de hambre.

¿Cómo estarían los chicos? Se cuestionó sirviendo la improvisada cena en una bandeja para dejársela en la cama. Estaba segura de que Wanda sería la que más afectada se encontraba, sacudió la cabeza abriendo la puerta con un choque de cadera, tendría que ir a verla sin falta al día siguiente.

Observó como su pareja devoraba lo que le había traído, para más tarde, comenzar a relatarle todo.

-Cuando dijo Bucky, me descoloqué.

Ahriel se estremeció, destino o no, cada vez creía más que sus caminos terminarían entrelazándose, pero no sabía de qué forma. 

Ángeles de Piedra (Capitán América)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora