Capítulo 3; La bomba que exploto en el lugar equivocado

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Mientras tanto, en un departamento de aquella hermosa ciudad una pareja estaba sentados al borde de la cama mientras que unas manos se adentran a una bolsa de algún centro comercial, aquellas manos saldrían sosteniendo un pequeño oso de peluche para colocarlo boca abajo sobre las piernas de una chica y seguido abriría la espalda de este y mostrar una bomba casera. El hombre comenzaría a presionar unos botones y decir:


—De acuerdo, el temporizador está encendido.

Con decir eso, volvería a “pegar” la espalda del peluche como iba y así devolverlo a la bolsa de donde había salido. Una pequeña luz roja resaltaba sobre el costado de aquel oso.

—¿Seguro que la oficina estará vacía?

—Sí, —Respondió aquel hombre mientras tomaba la mano de su amada y la miraba fijamente. —Es solo una advertencia, para hacerlos escuchar. —Ella correspondería aquella mirada y de aquella mirada un tierno y cálido beso surgió por unos segundos. —Eres a la única persona que le puedo pedir hacer esto, Zoe. Eres en quien confío.

Ella asintió con una sonrisa y cerro sus ojos mientras se apegaba más a él quedando a pocos centímetros.

Mientras tanto, nuevamente en aquella ciudad tan hermosa, aquel carterista iría caminando por las calles mientras sacaba un billete de 20 euros y se lo daría a un indigente que pedía ayuda en esa misma calle. Sin mirar a aquel indigente, este siguió su camino pasando por varios locales de comida y otros de flores y rosas hasta detenerse en una tienda en especial y entrar. El pasillo era algo estrecho, pero no iba de compras, no, él iba hasta la parte trasera de la tienda en la cual estaba el gerente.

Estando con aquel gerente, comenzó a sacar varias cosas de las que había hurtado.

—Este. —Menciono sacando aquel reloj Rolex que le había robado al anciano. —Y según lo ordenado… dos pasaportes japoneses. —Dijo colocando tales objetos en la mesa.

—¿Qué tal 800? —Dijo un tipo de tez negra y una barba que cubría parte de su boca, esta era blanca pero no se podía decir lo mismo de su cabello, no tenía.

—Baba, esa es cubierta genuina. Podría… conseguir dos mil por eso en George V.

—Pues véndelo ahí. —Respondió Baba mirando al carterista de una manera “enojada”. —Nueve. Y pongo unas camisetas Lacoste.

—Tus cocodrilos salieron cosidos al revés. —Dijo el americano mirando aquellas camisetas.

Baba y el americano comenzaron a reír mientras se abría un cajón y sacaba algunos billetes. El ladrón tan solo podía pasar saliva mientras veía como Baba se guardaba alguno en el bolso de su chaleco y dejando un monto de billetes en la mesa el cual fue tomado por el ladrón y los comenzó a contar.

—Debes tener suficiente ahora, Michael, para volver a casa.

—No hay nada a que volver. —Respondió Michael guardando los billetes y mirando a Baba.

—Entonces, ve hacia adelante. Todo el mundo debe tener un sueño.

—Voy a ir a la escuela de medicina… encontrar una cura para el Alzheimer.

—La semana pasada, ¿No era el Parkinson? –Pregunto levantando la ceja izquierda.

—¿Enserio?

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⏰ Última actualización: Dec 26, 2020 ⏰

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