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"Apego" es una obra original de Hobibuba cualquier reproducción total o parcial de la obra sin el permiso explícito de la autora incurre en un delito.
Su esposo parpadeó para luego sonreír levemente.

Katsuki llevaba sin verlo tres días, en los que estuvo durmiendo en un hotel para darle su espacio, y estaba esperando que cuando se vieran, Izuku comenzara a llorar y pedirle que se alejara, no que le sonriera

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Katsuki llevaba sin verlo tres días, en los que estuvo durmiendo en un hotel para darle su espacio, y estaba esperando que cuando se vieran, Izuku comenzara a llorar y pedirle que se alejara, no que le sonriera.

La carta de divorcio en su bolso pesó un poco más. Necesitaba ser firmada para llevar a cabo el trámite pronto, así que sí o sí tenía que hablar con Izuku en ese instante.

—Te extrañé mucho — comentó Izuku de pronto, poniéndose de pie.

Antes de poder decirle algo, Izuku le dio un beso suave en los labios.

Su estómago se contrajo, atónito.

Se alejó, arrugando el ceño en confusión.

— Pensé que no vendrías a cenar —prosiguió Izuku como si nada, sin dejar de sonreír—, estaba a punto de llamarte.

Abrió la boca, pero las palabras no salieron de su boca, aturdido.

¿Acaso...?

Miró hacia abajo, viendo los papeles de divorcio.

—Izuku —dijo con la voz suave—, vine para que firmes los papeles.

Y los levantó.

La hermosa sonrisa de corazón que lo había enamorado cuando era más joven se convirtió en un mohín de dolor, pero no retrocedió. Necesitaba hacer eso pronto. Una vez los papeles fueran firmados, sacaría sus cosas de la casa para irse a un pequeño departamento que vio los últimos días.

Izuku sacudió la cabeza.

—¿Qué dices, Kacchan? —preguntó con la voz temblando—. ¿Papeles de qué?

Suspiró.

Se lo había planteado: cuando los papeles estuvieron listos, pensó que Izuku podría reaccionar de distintas formas, y la negación fue una de ellas.

La triste, terrible negación.

Katsuki habría preferido que Izuku colapsara, le gritara, le rogara, le tratara mal y no quisiera verlo más, pero no que se esforzara en negar lo que era inevitable. Negarlo era lo peor, porque significaba que Izuku seguía teniendo esperanza alguna de que lo que había ocurrido fue sólo una broma o, peor, un invento.

—De divorcio —dijo sin perder el tono suave.

Izuku parpadeó.

—Oh —fue lo único que dijo.

Se dio vuelta antes de que Katsuki pudiera añadir algo.

Katsuki percibió, entonces, que el más alto estaba pálido, con ojeras bajo sus ojos hinchados, sus labios resecos y partidos.

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