El destino te ha puesto en mi camino

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-Perdón pero ¿Está aquí el chef Jean Le-Sorcier ?- Preguntó él.
-¿Quien pregunta?-Le contestó la encargada.
- Michael Ross. Soy un amigo suyo.
-Lo siento, pero solo se puede entrar si se tiene una reserva.
-Perdon, me debe haber escuchado mal. Pregunto por el chef Jean Le-Sorcier.
-Y yo le he respondido que no se puede entrar sin una reserva.
-¡Pero yo no quiero comer! Tansolo quiero saber si él se encuentra aquí.
-Porfavor señor, voy a tener que pedirle que se vaya del restaurante.
-¡¿Pero porque?! ¡Yo no he hecho nada!
-Porfavor señor mantenga la calma.
-¡Estoy calmado! ¡Lo que pasa es que a usted no le da la ganar responder una mísera pregunta!
-¡Seguridad porfavor, hechad a este hombre de aquí!
-Eh, ¿¡PERO QUE HACEIS!? ¡DEJADME EN PAZ! ¡BAJADME AHORA MISMO! YO NO HE HECHO NADA. ¡SOLTARME!

Los dos hombres corpulentos de seguridad hicieron como Michael les ordenó y lo tiraron bruscamente fuera del local.

-Joder que puta mierda. Es tansolo llegar y ya fracaso. ¡Y TODO POR CULPA DE LOS GORILAS DEL PUTO RESTAURANTE Y LA PUTA DE LA RECEPCIONISTA O LO QUE COÑO SEA QUE NO ME HA QUERIDO RESPONDER! ME CAGO EN LA PUTA.

Dicho eso, Michael se arregló la ropa y se puso a dar vueltas por Londres.

La ciudad era grande y Michael no tardó en perderse. Quería hacer un poco de turismo andando, pero Londres era tan grande y había cambiado tanto en tansolo tres años que no supo encontrar lo que buscaba.
Al principio no creía que se había perdido y se paraba a recordar todo los momentos que había vivido aquí, pero cuando quiso llegar a su destinación se dió cuenta que no sabía cómo.
Caminó durante una hora y media sin rumbo y ni preguntando por indicaciones cuando se encontró desesperado pudo encontrar lo que buscaba. La verdad es que Michael era bastante malo a la hora de orientarse.
Y mientras caminaba, se encontró de frente con una pequeña cafetería.
Le resultó familiar y como se moría de ganar de tomar algo decidió entrar.

Se sentó en la silla de en una mesa y tomó un café sólo.
Mientras le traían el café se puso a pensar sobre su viaje y lo que había pasado.
-Que mala suerte que tengo. -Se dijo él mismo-Tan solo llegar y me echan de la primera parada. Y luego me pierdo por Londres durante una hora y media, y lo que me queda, y no soy capaz de llegar al segundo destino. Vamos, que lo que debería haber llevado unas horitas me va llevar todo un día. Así empezamos mal. Y todo por hacer un poco de turismo.

Pero mientras estaba tomando su café y reflexionando, notó como alguien le estaba mirando.
Incómodo por la sensación y motivado por la curiosidad, giró la cabeza para buscar a quien le estaba mirando y se encontró con unos ojos marrones chocolate.
Era un chico. De su edad más o menos. De pelo rizado y color marrón/rubio.
El chico, al ver los ojos verdes de Michael puestos en él, rápidamente giró la cabeza, intentando disimular.
Michael se extrañó. ¿Quién era él? ¿Lo conocía de algo? ¿Porque lo estaba mirando?
Michael se quedó mirando al chico un poco más para ver qué hacía. Y en más de una ocasión lo encontró que giraba la cabeza disimuladamente hacia donde estaba él y después la volvía a girar.
Algo de él le estaba poniendo inquieto y decidió irse lo más antes posible.

Llamó al camarero para que le pagará y justo cuando estaba a punto de marcharse, el chico que le había estado mirando se decidió levantarse y se dirigió hacia Michael.

-Em Perdon, pero no te llamaras Michael por casualidad.

Michael, obviamente sorprendido de como el desconocido puedo saber su nombre, se quedó sin saber que decir.

-Perdon si te resulta extraño, pero es que llevo un rato mirándote y me recuerdas a un amigo mío de hace muchos años. Yo me llamo Peter, Peter Bouvier.

Pete? Pete Bouvier? No puede podía ser. ¿Era realmente él? ¿De verdad era ese Pete?

-¿Peter? ¿Eres tú? ¿Eres tú Pete?
-¿Mikey? ¿Eres tú de verdad?
-¡Oh Pete! ¡Cuánto tiempo!
-¡Mikey eres tú! Oh que alegría volver a verte.

Dear MikeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora