María.

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María.

Tengo el alma desgastada,
quiebra y rota en cada instante,
y cada cambio y mudanza
ensombrece mi semblante.

Conocí a María nada más nacer,
también era su madre quien me enseño los valores,
criandome desde pequeño, haciendome aprender.
Sin predicar con el ejemplo, me enseño a no tener rencores.

Recuerdo que dijo en su día;
que tiempo lo cura todo,
sin saber ni la mitad de mi vida
y de lo que supo, me vio defenderme solo.

nuestros ojos han secado,
ya no caerán más lloviznas
nuestros parpados cerrados,
crea una nueva sintonía.

Para que quedarme aquí a vivir,
nada más que un fuerte apoyo
tengo doce entre los que elegir,
intento no caer en otro hoyo.

No conocí soledad más callada que sus labios,
miraba en el espero, admirandola detrás
apoyando cada uno de mis pasos
demostrandome su apoyo una vez más.

aprendí de su silencio y de sonrisas misteriosas,
no hizo falta que contara su ayer,
decía más de ella la palidez de sus mejillas,
que preguntar el porque, sin llegarlo a obtener.

No esperé llegar a ese momento,
comencé a respetar cada parte de mi cuerpo
conocerme más bien, conocerme completo,
me consuela saber que no quedó en el intento.

Solo se definir con rimas perfectas,
como cuesta pero merece el esfuerzo
emprender un camino de amplias laderas
abrazando con fuerza cambiar las maneras.

CUANDO LOS MIEDOS DUERMEN...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora