Salamandra

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Abro los ojos y veo el techo sobre mi, no sé si es que me he vuelto loca pero creo que es más alto que de costumbre. Entonces intento levantarme, y me doy cuenta que no es el techo lo que es alto, sino yo que soy pequeña! Mi cabeza está pegada a mi cuerpo, no hay cuello que conecte con los hombros, de hecho, no tengo hombros, es como si hubieran desaparecido y sólo hubiera quedado la cabeza y el cuerpo. Estoy a cuatro patas, cuatro manitas pequeñas y viscosas, parecen muy frágiles, como si con una pequeña tirada pudieran caerse. Intento caminar por encima de las sábanas, no es tan difícil como me había parecido al principio, pero mientras estoy concentrada en intentar adaptarme a mi nuevo cuerpo, caigo en picado por lo que ahora me parece un precipicio, pero que no es más que el límite de mi cama. El golpe a tierra es fuerte, y tengo la mala suerte de caer boca arriba, no me puedo dar la vuelta, como cuando las chicas de mi clase me empujaron, ese día tampoco fui capaz de levantarme. El instituto, es verdad, tengo que ir al instituto, tampoco importa, no es que tenga ganas. No, no puedo quedarme aquí, me he de dar la vuelta, cojo fuerzas y me impulso hacia un lado. Me cuesta tres intentos pero lo consigo, estoy agotada. Me dirijo hacia la puerta y paso por debajo del espacio que hay entre el suelo y ésta. Salgo al pasillo, creo que iré a la cocina para ver si encuentro algo para comer, el único problema es que es la última puerta, y el pasillo parece mucho más largo, será mejor que lo deje y vuelva a mi habitación . No, si continúo huyendo nunca podré avanzar, tengo que seguir avanzando, así que recorro el pasillo, pero la cola me pesa mucho, me cuesta caminar. Después de lo que me han parecido horas, llego a la cocina, entro igual que salí de mi habitación, mi objetivo es el tazón de frutas sobre el mármol. Cuando intento subir por las paredes de los cajones las patas se enganchan sorprendentemente y no me cuesta nada llegar hasta arriba de todo. Puedo ver el cuenco, pero entonces hay un contratiempo.

Oigo pasos que se acercan, sólo puede ser una persona, mi madre. Entra en la cocina y se dirige hacia aquí, mi cuerpo no reacciona, y cuando me ve su reacción no es otra que gritar. Cuando empieza a tirarme cosas y coge la escoba reacciono, corro lo más rápido posible en la misma dirección en la que había venido hasta que vuelvo a estar en el pasillo, pero esta vez no me lo pienso dos veces antes de correr pasillo abajo. Una persecución por toda la casa da inicio, pero ya estoy cansada, no puedo seguir corriendo, paro un momento a coger fuerzas, pero en este corto instante la escoba cae sobre mi dejándome exhausta. Ahora sí que ya es el final, supongo que en realidad sigo siendo igual de débil que siempre, lo único que sé hacer es quedarme quieta, y así me quedo, esperando mi fin.Veo el pie de mi madre, cayendo con fuerza sobre mí, y ya no veo nada más. De repente una fuerza me estira de este cuerpo, que sigue en el suelo abatido y sin vida, y me arrastra, me arrastra por el pasillo, por debajo de la puerta y, finalmente, hasta mi cuerpo. Estoy tumbada en la cama durmiendo, tan profundamente que parezco muerta. Me acerco y trato de entrar, volver a él, pero no puedo y entonces lo comprendo. Comienzo a empujar con todas mis fuerzas, arremetiendo hacia él una y otra vez, pero es inútil y grito, grito desesperadamente y lloro, pero nadie me oye. Mi madre entra en la habitación, veo como me sacude para despertarme y entonces ella también grita, me sacude con más fuerza pero yo no abro los ojos, y las lágrimas caen por su cara, pero yo, lo que queda de mí, se esfuma lentamente hasta desaparecer en la oscuridad, para no volver nunca más.

Night ConversationsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora