Suicidio

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Allí estaba ella.

O él, como quieras verlo, no importa, solo imagínate.

Imagínate todo el dolor tan puro y consistente que ella o él debe sentir.

Está en el baño.
Sus padres están fuera de casa.
Está solx.
Siempre lo ha estado.

Su mirada está viendo el reflejo que muestra el espejo.

Mira sus ojos. Nada.

Están vacíos.
Están exhaustos.
Su mente no se calla.
Ya no hay un lugar seguro.

Quiere descansar.

Sus lágrimas tan gruesas....
Su corazón desgarrado.

Quiere acabar con todo esto.

Y no le importa nada. Eso es lo que más duele.

Él o ella no sabe que le espera luego de la muerte.

No sabe si habrá más dolor, no sabe si habrá paz, no sabe si habrá un simple vacío donde no sentirá nada.

Pero está cansada.

Está cansado.

Ya no quiere nada más.

Imagínate el grado y nivel de dolor.
Esa dosis de sufrimiento.

La cobardía también requiere coraje, y ese coraje es impulsado por esas ganas tan inmensas de no querer seguir viviendo, de no querer seguir intentándolo.

Ese cansancio tan profundo... Tan... Sin palabras.

Y por más que escriba intentado describirlo, no es comprensible para todo el mundo porque... Las palabras se han malgastado tanto... El valor de el verdadero significado de las palabras ha desaparecido por completo.
Así que no todo puedo explicarlo de la manera que me gustaría que lo entendieras.
Es simplemente sentir el sentimiento.

Espero que no lo hagas...

Sus manos van hacia una hoja de metal, aquella que es muy filosa, y que corta tan fácil y rápido.

Esa que acabará con todo lo que siente por al menos, un segundo.

Es todo lo que anhela, Alivio.

Se mira al espejo una vez más.

Ojeras marcadas, piel pálida, ojos hinchados y cansados, cabello enredado, nariz roja, labios rojos.

Y lágrimas.

Aquellas lágrimas lo decían todo.

Era un abismo de soledad y vacío.

Sus dedos apretaron la hoja de metal.

Rabia le inundó.

Ya era hora.

Extendió su brazo izquierdo. Más lágrimas salían de sus ojos y caía sobre su pálido brazo.

Colocó la hoja de metal desde el inicio de su muñeca y la hundió.

La clavó.

Sintió dolor.

Uno distinto porque... El físico y el emocional son muy diferentes.

El emocional te daña más. Te destruye. Te cambia.

Una mueca de dolor intenso le cubrió las facciones.

Deslizó la navaja lentamente a lo largo de su brazo.

Ya había mucha sangre. Caía al suelo.

Sangre.

Dolor.

La sangre era todo el dolor, sufrimiento, vacío, enfermedad y locura que estaba dentro de el individuo.

Lo deslizó aún más.

Era demasiada sangre.
Estaba muriendo.

No.

Ya había muerto hace mucho tiempo.

Llega al final.

Sus venas están rotas. Emanaba mucha sangre. Emanaba todo el infinito que era él o ella.

Ella.

Él.

Como quieras verlo. No importa.

Míralo desde la edad que quieras, con las facciones que quieras. El dolor sigue siendo igual.

El dolor llegó a la cima. A la cúspide. Al final.

La hoja se le cae de las manos. Está perdiendo fuerzas. Sus ojos se están perdiendo.

Cae al suelo. Se queda allí.

El piso es un desastre rojo.

Igual que sus manos y brazos.

Igual que él.

Igual que ella.

Toma con la mano desangrada, muerta de dolor la hoja de metal nuevamente.

Con todas sus fuerzas repite el acto.

Clava, dolor, desliza, sangre.

Sus recuerdos, sus pensamientos, todo regresa a sus ojos.

Y las preguntas atacan.

"¿Estaré mejor luego de esto?"

"¿Qué dirán mis seres más cercanos cuando esté muertx?"

Pensamientos.

"Lo siento"

"Sé que esto fue egoísta, pero..."

"Perdón"

"Todo al fin va a acabar..."

Y muchas más cosas...

Pero... Ya no importa nada.

Su vida en la tierra se está yendo.

Sus fuerzas son nulas.

No más lágrimas.

Más sangre.

El corte acaba.

Su conocimiento se está yendo.

Suelta de sus manos la hoja de metal.

Unos minutos de agonización.

No hay nadie.

Soledad.

Vacío.

Muerte.

Ya solo hay muerte.

Fin.

𝙗𝙡𝙖𝙝 𝙗𝙡𝙖𝙝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora