A veces no nos damos cuenta de lo afortunado que somos.De las pequeñas cosas que pueden causarnos tranquilidad, felicidad...
Aunque todo sea efímero, de eso se trata.
No nos damos cuenta de cuando la noche tiene ese toque frío que te trae calidez.
El suave viento que roza tu cuerpo, y tos orejas, creando el sonido del aire a tus oidos.
Un sonido suave, pero espeso y humeante a la vez.
De los grillos que te acompañan toda la noche, y de su canto constante.
Aquel canto perfecto, ya que a pesar de ser algo constante, te permite seguir escuchando el silencio, aún puedes sentir tranquilidad, y sin darte cuenta, su canto, en un abrir y cerrar de ojos, se vuelve imperceptible, y luego llega la paz.
La felicidad...
Me sentí afortunada después de tanto tiempo.
Ante mi no estaba ningún paisaje envidiable, no tenía nada de especial ante ojos vacíos, pero se trataba de sensaciones y sonidos.
Sentir...
Allí me encontraba yo.
Una noche fría y cálida a la vez.
Sola.
Pero me sentía tranquila por dentro.
No había nada que atormentara.
No había nada que molestara.
Todas las sensaciones, sonidos, olores, se volvieron totalmente perceptibles ante mi persona.
Y entonces sentí algo...
Sentí alegría, felicidad y una inmensa nostalgia.
Estaba viva, pero sentía como si todo fuese un sueño.
Siempre interpretamos los sueños como cosas buenas, pero mas bien... Se sentía irreal.
Era mucho mas de lo que podía explicar.
Mis ojos se habían llenado de lágrimas, y mi boca pintaba una pequeña sonrisa que intentaba ocultar.
Hacía mucho tiempo que no me sentía así....
No.
Hacía mucho tiempo que no sentía así.
Esos pequeños detalles que siempre dejamos pasar.
Esos que inconscientemente ignoramos.
Esos que parecen insignificantes.
Esos son los que realmente...
Realmente pueden ayudarnos a sentirnos mas completos aunque sean segundos.