II

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Velerad, el corregidor de Wyzima reflexionaba sobre la cuestión mientras se rascaba la babilla. No era supersticioso ni cobarde, pero no le agradaba quedarse con el albino a solas. Se decidió por fin.

--SALID --ordenó a los guardias--. Y TU SIÉNTATE. No, no aquí, allí, más lejos, si te parece.

El desconocido se sentó. No tenia ya ni la espada ni el capote negro.

--Escucho --dijo VELERAD, jugueteando con una pesada maza que estaba sobre la mesa--.
Soy Velerad, el corregidor de Wyzima. ¿Qué me has de decir, señor bandido, antes de que te mande a la mazmorra? Tres muertos, intento de lanzar un hechizo, no esta mal, nada mal. Tales crímenes se castigan aquí en Wyzima con empalamiento. Pero como soy una persona justa, te escucharé antes. HABLA.

El Rivio se desabrochó la almilla, sacó de debajo de ella un pergamino de blanca piel de cabrito.

--Claváis esto en las tabernas y en los cruces de camino --dijo con voz queda-- ¿Es verdad lo que pone aqui?

--AJÁ --murmuró Velerad, contemplando las runas escritas en la piel--. Asi que es eso. ¡QUE NO ME HAYA DADO CUENTA DE ELLO ENSEGUIDA!. Así es, la verdad de las verdades. Está firmado por Foltest, rey de Temeri, Pontar y Mahakan. Lo que quiere decir es cierto. Pero las proclamas son proclamas y la ley es ley. ¡EN WYZIMA SOY YO QUIEN GUARDA DE LA LEY Y DEL ORDEN! ¡NO CONSIENTO QUE SE MATE A NADIE! ¿Entiendes?

El Rivio asintió con la cabeza en señal de que entendía. Velerad resopló rabiosamente.

--¿Tienes la divisa de brujo?

El desconocido rebuscó de nuevo dentro del caftán, extrajo un medallón
redondo en una cadena de plata. El medallón tenia el grabado de una cabeza de lobo mostrando las fauces abiertas.

--¿Tienes nombre? Da igual el que sea, no te pregunto por curiosidad, sólo para hacer más facil la conversación

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--¿Tienes nombre? Da igual el que sea, no te pregunto por curiosidad, sólo para hacer más facil la conversación.

--Me llamo Geralt.
--Sea pues Geralt. ¿De Rivia, como concluyo por tu acento?

--De Rivia.

--Bien. ¿Sabes, Geralt? Tomatelo con calma. --Velerad señaló la proclama con la mano abierta--. Es un asunto serio. Ya lo han intentado muchos, Esto, hermano, no es lo mismo que rebanarle el pescuezo a un par de bravucones.

--Lo sé. Es mi oficio. corregidor. Está escrito: Recompensa de tres mil ducados.

--Tres mil. --Velerad hizo una mueca--. Y la princesa como esposa, aunque nuestro amado Foltest no lo haya añadido.

--No estoy interesado en la princesa dijo tranquilo Geralt. Esta sentado, inmóvil, con las manos sobre las rodillas. Está escrito: tres mil.

--¡Que tiempos, Señor! --refunfuñó el corregidor--. ¡Que asquerosos tiempos! Hace solo veinte años, ¿a quien se le iba a ocurrir, ni siquiera borracho, que hubiera tales profesiones?

¡Brujos! ¡Trashumantes cazadores de basiliscos! ¡Asesinos ambulantes de dragones y utopes! ¿Geralt? ¿En tu gremio se Os permite beber?

--Por supuesto.

Velerad dio una palmada.

--¡CERVEZA! --grito--. Y tu. Geralt. siéntate más cerca. Qué más da.

La cerveza estaba fria y espumosa.

--Vivimos tiempos asqueroso --monologaba Velerad mientras daba sorbos de la jarra--. Pululan por ahi todo tipo de porquerías. En Mahakan, en las montañas, hormiguean los Bobolakos. Antes en los bosques aullaban los lobos y ahora, sin ir más lejos, hay espectros, borowikis de esos, y lobisomes. En las aldeas, las náyades y las plañideras roban niños, Son monstruos de los que nadie había oído hacía tiempo, se le ponen a uno los pelos de punta. ¡Y más encima, para acabar con ellos hay que rematarlo! --Empujó el rollo de pergamino por encima de la mesa--. No es de extrañar, Geralt, que haya tanta demanda de vuestros servicios.

--Esto es una proclama real, corregidor. --Geralt levantó la cabeza--. ¿Conoceis más detalles?

Velerad se echó para atrás en su silla, puso las manos sobre la barriga.

--¿Detalles, dices? Los conozco. No de primera mano, pero de fuentes bien informadas.

--De eso se trata.

--Eres obstinado. Cómo quieras. Escucha.

El Último DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora