Capítulo 3

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Hubiese preferido quedarme en el instituto, por lo menos no estaría aquí en casa aguantando los interrogatorios incómodos de mis hermanos.

—¿Dices que el capitán del equipo de soccer accidentalmente te dio con la pelota y por eso acabaste en la enfermería?

—Sí, aunque me llevo a enfermería y se quedó conmigo hasta que me despertase, y además me pregunto cómo estaba.

Al instante me arrepiento de hablar, olvide los celosos que son.

—¿Me estás diciendo que el estúpido puso sus manos en ti? —me señala Jaden enojado.

—¿Insinúas que el maldito se quedó contigo en la enfermería estando solos y te observo hasta que despertarás? —ahora me habla Aiden enojado.

Diablos, conozco las miradas que ellos comparten y sé que nada va a estar bien si no detengo este interrogatorio ahora mismo.

—Ya vi por donde van, así que cierren la jodida bocota y escúchenme, el golpe fue un error de ambos, su culpa por jugar en los pasillos y la mía por no tener los libros encima de mí, no se atrevan a amenazar a Foster porque ya lo hice yo y con eso basta. —dije levantándome del sofá para irme decidida y lo más rápido que pueda de ahí— No quiero que hagan nada ahora, ¿de acuerdo? Si se vuelve a repetir algo parecido les doy mi permiso de patear sus bolas, pero ahora solo déjenlo así ¿entendieron?

Les hablo tranquilamente pero con la voz fría, entiendo que quieran cuidarme pero a veces llegan a agobiarme.

—De acuerdo, no haremos nada pero si llega a suceder de nuevo, no hay nada que puedas hacer para pararnos, ¿está bien?

—¿Escuchaste? —ambos me hablan al unísono acusadoramente.

—Bien. —respondo sin ganas.

—Bien, ya que hemos aclarado esa situación, ¿Puedes preparar la cena? Le pedí a Aiden que preparar unos sándwich de jamón y queso, pero al parecer fundió la tostadora al hacerlo.

Mis ojos se abren como platos.

—¿Qué hizo qué?

—En mi defensa no soy el único que rompió algo en esta casa ya que él… —mi hermano señala a su gemelo— Rompió la televisión de mamá.

—Eres un soplón de lo peor hermano.

Aiden lo mira indignado y contraataca.

—Tú eres el que empezó, hermanito. Sino lo hubieses hecho, no habría abierto la boca.

Mamá va a matarnos, primero por su tostadora y luego por su preciada televisión. Veo como ellos se siguen delatando y decido intervenir.

—Escúchenme muy bien, harán lo siguiente, tú —señaló a Jaden— Irás a comprarle una televisión a mamá antes de que vuelva, y tú —ahora señaló al otro gemelo— Le comprarás una tostadora a mamá. Mientras tanto yo terminaré de acomodar esta casa —finalizó furiosa.

—¡Si, señora! —Responden al unísono.

Idiotas.

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Aproveche el almuerzo del día siguiente para contarles a las chicas lo que sucedió, porque sé que si no lo hacía me iban a insistir hasta que cediera.

—Debes disculparte con el chico —dice Layla.

A quien Chloe mira con horror, al verla llevarse cinco patatas del tamaño más grande que jamás había visto, llenas de aderezo a su boca.

Preciosa, Madison. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora