『 23 』

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—¡Buen día, príncipe Hiccup! —gritaban las aldeanas, cuando vieron que el pelirrojo esperaba en el muelle a la llegada de su hermano

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—¡Buen día, príncipe Hiccup! —gritaban las aldeanas, cuando vieron que el pelirrojo esperaba en el muelle a la llegada de su hermano.

—Buen día a ti también, dulzura —devolvió, de manera casi automática.

Ya se había acostumbrado a recibir uno que otro piropo, y no es que no le agradara sentirse irresistible e inalcanzable por unos minutos pero desde que esa rubia entró a su cabeza, imaginarse a otra le era insano.

Y lo más curioso de todo es que no sabía siquiera su nombre.

Por segunda ocasión, se le había olvidado preguntarle cómo se llamaba.

El barco llegó a su destino, los marineros ataron las cuerdas de las velas, y entendieron una tabla para que la soberana de Arendelle pudiera bajar.

—Se lo agradezco mucho —susurró ella al muchacho que la ayudó a bajar, posicionó su mano en su hombro y refrescó la sudorosa piel de todo su cuerpo.

—Reina Elsa —saludó el pelirrojo.

—Príncipe Hiccup —respondió la otra, enseñando una sonrisa sin gracia.

—Un gusto verla —hizo una reverencia.

—¿Dónde está la maldecida? Quiero darle mis condolencias —comentó Hans, saltando del barco.

—¿Mald...? –cuando Elsa entendió, frunció el ceño–. No sea grosero —se cruzó de brazos.

—Sus hermanas la están acompañando a probarse el vestido para pasado mañana. —se metió a la conversación el muchacho de ojos claros—. Majestad —ronroneó, tomando la mano de la rubia y besándola cuidadosamente.

Era increíble lo mujeriego que seguía siendo, ¡faltando poco para su boda!

El menor de los tres bufó de manera ruidosa, haciéndole saber que estaba molesto con lo que hacía.

—Permítame llevarla a su habitación, dentro del castillo. Las mucamas tienen todo listo para su llegada —Eugene se escabulló entre sus hermanos para quedar alado de la albina.

—Qué caballeroso es usted –Elsa se ríe a sus adentros, pensando en lo tonto que era–, pero faltan mi valijas. No sé si alguien de porte tan varonil pueda ayudarme —y se miró las uñas con descuido.

—¡Por supuesto que sí!

El de cabellos cobrizos ilusamente fue en busca de sus maletas.

—Así es como te quitas a alguien de encima —se carcajeó Hiccup.

—Mi padre nos espera, vámonos ya —gruñó Hans, tomando la delantera.

La rubia arrugó la nariz por el repentino cambio de humor del pelirrojo. Y es que recién unos momentos era sarcástico.

Qᴜᴇʀɪᴅᴀ ᴇʟꜱᴀ, ᴛᴏᴅᴏꜱ ꜱᴏᴍᴏꜱ ᴍᴏɴꜱᴛʀᴜᴏꜱ | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora