C u a t r o.

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Una sensación de vacio invadió a Argentina, mantenía su mirada aburrida y hasta molesta quizás, sólo quizás. Sostenía en una de sus manos un vaso con cerveza, apenas le había dado un par de tragos. No tenía muchas ganas de divertirse, sólo quería descansar.
Miraba a todos tratando de buscar algo que no existía, parpadeaba de forma lenta y perezosa, sintiendo el sueño en su cuerpo y cabeza. Como todo se volvía pesado y aquella reunión se volvía la típica fiesta en donde todo sale mal, sus rotos labios ardían levemente.

Miro a lo lejos a los latinos, la mayoría hablaban y bebían. Se veían tan entretenidos, riendo y conversado de cosas seguramente interesante. El cuerpo de cada uno era bueno, sus expresiones faciales, banderas, modismos, formas de vestir, todo los que los volvía únicos.
Entrecerró sus ojos con melancolía extrañamente cómoda.

Todos los países ahí presentes se veían felices.
Miraba como varios pasaban delante suyo, se comenzaba a sentir invisible. Entre que se sentía asfixiado, con las luces de colores llendo de un lado a otro, el olor a alcohol y cigarrillo tan fuerte no sabia a donde correr.

Miro a Rusia y Usa subir las escaleras al segundo piso, noto a Perú sentarse junto con Alemania y charlar, suspiró al ver como Chile reía a carcajadas con Brasil, como China cambiaba su expresión seria por una de alegría al ver a Norcorea, como Ucrania daba una explicación con sus manos a Canadá, y como a este le daba gracia, como Polonia dormía en un sofá y Bielorrusia lo arropaba con delicadeza, Surcorea y Japón se tomaban fotos.

Todos hacían algo, y Argentina estaba deprimiendose en una esquina.

Miro de reojo nuevamente a los latinos, cerró sus ojos lamentando su forma de ser, acciones, errores y aciertos.

— Quizás ya me emborraché y ni cuenta me di. — Susurró viendo el fondo de aquel vaso, lo movió un poco viendo como si fuera realmente interesante como aquel líquido caía por gotas al suelo.

Levantó la mirada, con pequeñas lágrimas en sus ojos apenas comenzando a acumularse, decidió irse de allí una vez. Y justo cuando se iba a reincorporar para retirarse, México tocó su hombro, haciendo que lo mire.

— ¿Quieres ir afuera? Andale güerito, hazme compañía.

— ... Como quieras.

México tomo la mano del argentino y lo guió entre la gente, hasta dar con la puerta trasera que daba al patio de aquella casa. Salió primero el de colores celestes y luego el de sangre Azteca no sin antes cerrar la puerta rápidamente. No quería que nadie molestará pues hasta el momento ninguno de los demás tenía idea de aquella puerta estaba abierta.

— Wey, siéntate. — Ordenó luego de haberlo hecho el, palmeo el césped a un lado de él en señal de que su contrario haga lo mismo. Quien no dudo en obedecer y sin pensarlo dos veces recostarse en México. — ¿Aburrido?

— Tengo ganas de matarme.

— Orale, tranquilo viejo. — Rió levemente, abrazando a Argentina por los hombros con uno de sus brazos, mientras que con el otro seguía haciendo presión para estar sentado. — ¿por qué quieres eso?

— Porque soy un fracaso. — Respondió con naturalidad. — Boludo mírame, doy asco. — Frunció el ceño a la vez que desviaba la mirada con tal de no ver al tricolor, odiaba verlo cuando se sentía tan débil. — Todo esto es una mierda, Mex, soy una basura, todo lo es. No se que hacer cuando alguien me dice algo bueno, no me siento feliz pero tampoco mal. Siento que estoy perdiendo todo...

México no respondió, simplemente se mantuvo callado escuchado con atención atención cada palabra.

Escuchando como poco a poco Argentina comenzaba a llorar, como lo abrazaba de imprevisto. Como le rogaba perdón sin saber él mismo por qué, como temblaba y aquellas gotas saladas bajaban por sus mejillas llegando a mojar las prendas del norteamericano.

Acarició la espalda ajena tratando de dar cariño, el cuál fue muy bien recibido. No entendía por qué tanta tristeza, de donde salió y cuanto tiempo llevaba aguantando todo eso. Pero preguntaría ello después, en ese momento sólo le importaba calmar los llantos de quien no estaba bien.

Y que mejor manera que calmarlo a besos.

Argentina abrió los ojos sorprendido, no pasó ni un segundo cuando los cerro al sentir que México se inclinaba hacia el, moviendo sus labios sin dejarle tiempo al de sol de hacer alguna acción. Separándose por momentos para luego volver a unirse sin perder tiempo, pareciera que todo pasaba en cámara lenta, que ellos eran los únicos en todo el mundo. Un momento sólo de ellos.
El de celestes podía jurar que cuando se separaron definitivamente, México se limpio una lágrima, no comprendía pero prefirió no hablar.

Ante de darse cuenta el de colores blancos, rojo y verde ya estaba arriba de un agotado Argentina, al menos sus lágrimas habían parado. En lugar de estar mojadas sus mejillas ahora estaban sonrojadas, sólo atino a acostarse en el césped junto a él.

Miraron la noche y las estrellas, comenzando a hablar en voz baja sobre las constelaciones ignorando todo el ruido que provenía de la casa, concentrándose en ellos.

En su mundo.

Novios. [MexArg]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora