El Misterio De Helena

Verdadero Infierno

Le gusta al frío monstruo,
entrar en calor,
al sol
de las conciencias limpias
-Friedrich Nietzsche-

Al llegar a su casa Helena pensó que haber salido con sus padres las cosas se arreglarían pero se llevó una gran desilusión al ver que estos se encerraban en su dormitorio, no le quedó más remedio que irse a su cuarto.

Estaba tan entusiasmada por la cita de mañana que buscó sus mejores prendas, rebuscó en el armario pero nada le convencía, todo estaba roto o viejo, su mirada recayó en una pequeña bolsa de regalo que estaba hasta el fondo, con algo de extrañeza la agarró, cuando la abrió encontró un vestido color lila, era precioso tenía unas pequeñas mangas de encaje, no tenía escote era todo cerrado, de la cintura era entallado con una sencilla caída que lo hacía lucir perfecto.

Extrañada a más no poder pues no recordaba ese bonito vestido, hasta abajo de la bolsa había una pequeña nota al agarrarla no pudo evitar sentir un nudo en la garganta y unas inmensas ganas de llorar, reconocería esa letra donde fuera, era de su abuela hasta tenía su olor.

No pudo evitar cerrar los ojos y recordar todo lo que había pasado con esa adorable viejesilla, como le enseño a leer y escribir, como la cuidaba por las noches cuando se íba a su casa, aún podía sentir sus delicadas dedos peinandola antes de dormir, siempre le decía que tenía un cabello hermoso que debía cuidarlo, también le hacía saber lo mucho que se parecía a su difunto abuelo, recordaba cuando hacía galletas de chocolate lo delicioso que olía.

La mujer a pesar de que sabía que estaba enferma siempre la trató normal y la amó incondicionalmente, pues esta sabía perfectamente como debía sentirse su nieta. Pues su hermano sufría de la misma enfermedad, aunque era muy pequeña para entenderlo en ese entonces, sabía que su hermano  estaba mal, muchas veces se recriminó no haber hecho lo suficiente para ayudarlo.
Pero sus padres no le hicieron caso, decían que eran problemas de adolescente intentando llamar la atención, cuando se dieron cuenta de lo realmente grave del asunto fue demasiado tarde, el joven había enloquecido por completo hasta el punto de intentar hacerse daño.
Cuando sus padres lo descubrieron no dudaron en ir a la iglesia para consultarle al sacerdote de su estado, este con toda la ignorancia les comunicó que su hijo había sidó poseído por un poderoso demonio, debían morir o todo el pueblo estaría en grave peligro, estos sin dudar de la sabiduría del sacerdote decidieron aceptar sacrificar a su hijo. La pequeña Lucía lloraba les imploraba a sus padres que no permitieran tal atrocida que era su hermano, que debía ser ayudado por doctores pero estos se negaron creían ciegamente en la palabra del sacerdote.
Sufrió mucho cuando su hermano se fue, culpaba a sus padres, culpaba a la iglesia, desde ese momento dejó de creer en todo eso.

Cuando supo que su hija y su yerno tomaron el mismo camino se disgusto mucho, cada que podía intentaba hacerlos entrar en razón pero estos siempre se negaban, no le quedo más remedio que desistir, lo único que podría hacer era intentar proteger y querer a esa niña, siempre deseó que su nieta no tuviera el mismo final que su hermano.

Helena no pudo evitar derramar algunas lagrimas, la extrañaba mucho, aún no podía creer que su querida Nina ya no estuviera con ella, había partido hace un año debido a un peligroso Cáncer de mama que le detectaron, lamentablemente no se pudo hacer nada ya estaba muy avanzado. Vio como su Nina se iba apagando día con día, aún recordaba las últimas palabras que le dijo antes de morir.

—Mi niña, no llores por mi, yo estaré en un lugar mejor allá junto a tu abuelo, los dos te estaremos, cuidando.
Trata de ser feliz mi niña, nunca dejes que llenen tu cabecita de ideas tontas, nunca permitas que decidan por ti, no dejes que nadie te haga daño, cuídate mucho mi preciosa Helena.