Capítulo I

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Ella había visto la oscuridad tan pura y densa como la sangre. 

Había sentido el frío tan desgarrador como el filo de una espada.  

Había mirado a los ojos de la traición con un amor tan puro que podía explotar en su pecho en millones de pedazos y aún así rearmarse tan solido como el hielo, tan cálido como un hogar. 

Tan único. 

Tan puro. 

Tan inocente. 

Viajó por un tiempo divida entre la fantasía y la realidad. Navegando en aguas calmadas, muertas y al mismo tiempo llenas de vida como ninguna que haya visto antes. 

Ella había sido todo y nada. Ahora solo era nada y la nada nunca la había hecho sentir tan plena, tan tranquila, en paz. 

Meereen era tan inmensa como la recordaba cuando llegó, con sus altos muros de piedra y sus pirámides imponentes rodeando la ciudad en una armonía casi antinatural para lo que había visto en comparación con otros lugares. 

Sin importar cuando tiempo pase, Meereen siempre será uno de sus lugares favoritos en el mundo. 

Ella lo había tenido todo en aquel entonces. Un ejercito, un pueblo que la amaba, sus hijos dragones y un hombre que la amaba y que daría su vida por protegerla. 

«Daario» 

Cuánto había intentado ella amarlo, convenciéndose a sí misma cada día más de sus falsos sentimientos, guardándolos en su corazón hasta que explotaron y desaparecieron como en cenizas. 

«Cenizas» 

A eso se había reducido su vida después de que su propia avaricia la ahogara hasta enloquecer en el dolor de sus pérdidas. 

¿Cuánto tiempo había pasado desde entonces? 

Quince años hacían un cambio muy grande para cualquiera. Sin embargo, ella había dejado su viaje surrealista atrás, y cuando regresó el dolor de su realidad fue tan grande que deseó volver a la muerte. 

Pero ellos la había salvado. 

«Dyana» 

«Daemon» 

La única razón por la que su corazón seguía latiendo, la única razón por la que aún luchaba cada día y contaba sus respitaciones. 

Sus hermosos pequeños, su vida entera, el amor más grande que pudo tener y que había crecido en ella como un milagro enviado por los dioses. 

Por mucho tiempo pensó lo contrario. Odiaba estar embarazada de él, saber que tendría su recuerdo constante acompañándola, la traición arraigada a sí misma por el resto de su existencia en carne viva. 

Finalmente, se dio cuenta que la traición ya estaba marcada en su carne, en aquella cicatriz horrorosa que adornaba su pecho como un trofeo que Jon Snow dejó para un ella. 

Un recordatorio. 

Un nunca me olvides. 

Un castigo. 

Winter RoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora