Se había levando entre la nieve, la tormenta y la oscuridad con la misma inponencia inquebrantable que dejó ante los ojos de los hombres durante cientos de años sin dejarse caer aún por las noches más frías y largas en el invierno.
Winterfell seguía siendo tan majestuoso como lo había sido en antaño, renovado entre las nuevas torres que alguna vez fueron derribadas por las flamas del dragón blanco. Ahora volvieron a su lugar con nuevos simientos fuertes y reforzados.
Tan fuertes como su pueblo, reforzados después de que el tiempo sanara heridas del último invierno.
Aquel invierno en el que los muertos marcharon a la guerra.
Aquel invierno en el que el dragón acabó con cientos de inocentes.
Aquel invierno en el que la había asesinado.
¿Cuantos años han pasado desde entonces?
Él podría decir que llevaba la cuenta de los días sin ella, días eternos e interminables en los que el sentido de su existencia se había reducido a un desfile de alcohol, protitutas y la sangre que empapa sus manos cuando se cobraba una nueva víctima.
Los años dejaron mella en su carácter. Mientras más veía más se sentía en sintonía con los tiempos y menos con su cordura desbaratada y recuerdos tortuosos
Él no podía dejar de pensar en ella.
Estaba tatuada en su mente, la imagen de ella cuando miro su corazón quebrado en dos partes por la hoja de su cuchillo.
Como lo miró.
Sus ojos.
La forma en que la sangre corrió por su boca y el brillo se apagó poco a poco sin que el pudiera evitarlo o detenerlo.
Se arrepintió.
Se arrepentió desde el momento en el que sus ojos conectaron con los de ella y pudo notar la desesperación y decepción al enfrentar su inminente muerte.
El enloqueció cuando ella dejó de respirar, envuelto en un trance caótico de desesperación.
Lloró contra su cuerpo, sintiendo como el calor la abandonaba poco a poco hacia la congelada obviedad de su estado.
El había querido mantenerla caliente entre sus brazos, renegado a creer que lo había hecho en verdad.
«Aegon el desalmado»
«Aegon el despiadado»
Algunos de sus sobrenombres entre sus vasallos. El sabía que algo era cierto en todo eso.
¿Quien podría matar a la mujer que ama y seguir siendo un buen hombre?
Nadie.
- ¿Majestad?
Había escogido a Tyrion como su mano, consciente de su propio estado emocional y con la única intensión de no dañar a más personas inocentes. Él era un hombre inteligente, tan inteligente que logró manipularlo para asesinar a su reina y al amor de su vida para luego tomar una corona que nunca quiso.
«Esto es lo mejor para todos»
A veces quería matarlo, pero sabía que lo necesitaba. De lo contrario, el último Lannister habría dejado de respirar hace mucho tiempo.
Se revolvió en su silla y tomó la última gota de su primera jarra de vino del día.
- Lord Manderly vino a verte - Dijo Tyrion.
Jon frunció el ceño y unió sus manos sobre su escritorio.
- Hoy no deseo ver a nadie.
Tyrion terminó por entrar en el estudio del rey, cerrando la puerta a sus espaldas mientras se acercaba con cautela.
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Winter Rose
FanfictionTodas las flores crecieron en su granja excepto la rosa de invierno.