El derrumbe de dos mundos

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Ella se volvió una persona muy importante para mi vida, buscaba cualquier pretexto para hacerme salir de mi casa, fuimos muchas veces al cine, al parque de diversiones, al zoológico, hasta el parque acuático, ella hizo que experimentara lo que no pude hacer en mi niñez, inclusive me llevó a librerías, tenia conocimiento sobre mi amor por los libros, Isabella pudo leer uno de los libros que había escrito en mis años de adolescencia.
- ¡De verdad tenías esos sueños! – estaba impresionada por el nivel de imaginación que controlaba y que aun manejo
- si, dios si ¡eran mis sueños el momento de mi lectura! Sentado en un bote, rodeado del caudal de mi vida, apacible o vibrante cuerpo, laguna al bergante de mis pasiones, de mis amores; sentado en un bote sin remos, soltando en un bote sin remos, soltando a la corriente, leía a mis anchas toda la noche, no con miles de libros en mi bote, si no con mis líneas saltando de las aguas, arcoíris sobre mi frente, pasando toda a noche, pasando y pasando.
- vaya, que profundo
- un poco, sabes, tu eres la primera en leer alguno de mis libros – estaba muy confundido, mi pecho me apretaba, no tenía idea de lo que me pasaba, pero algo era cierto, me agradaba tener esa sensación
Un día después de eso me internaron en el hospital, solo fue una semana, pero en el transcurso de ese tiempo, Isabella no dejó de ir un solo día a verme, constantemente buscaba la forma de hacerme sentir bien, cosa que funcionaba, gracias a esta mujer no me dio tan difícil la noticia de que mi enfermedad había empeorado, en vez de llorar reí, en vez de lamentarme agradecí.
Isabella y yo quedamos de salir a tomar un café en la cafetera preferida de ella, pero solo con una condición, yo debía salir y esperarla en aquel lugar, solo pude reír y aceptar, esta seria nuestra primera cita oficial, estaba emocionado, este era un gran paso para los dos, no me importó salir solo de casa, ¡solo quería verla a ella y solo a ella!
Llegué aquel hermoso lugar, era muy llamativo, si por mi fuera nunca lo habría conocido, pero todo se lo debo a esa chica; eran las dos y media de la tarde, ella se retrasó, cuatro de la tarde, aún no llega, 6 de la tarde, acaban de cerrar el local; la llamé, le mandé mensajes, estaba preocupado, ella no me dejaría plantado porque si, algo debe haber ocurrido.
Regrese a mi casa, estaba deprimido, esperaba a que Isabella tuviera una buena excusa, mis pensamientos se vieron interrumpidos con el sonar del celular, de lo único que me arrepiento es de haber contestado esa llamada…

el vivir en un segundo mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora