CAPÍTULO 3

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¡Diezmil años despues! 

Lo lamento, solo que con esta historia ando un poco bloqueada. Lo corregí, al chingadazo, perdí el capítulo ya corregido, con el cual me había inspirado y así. No sé dónde lo dejé... me frustré y tuve que buscar el que me envió mi beta con sus observaciones.

*Una ligera nota... jajaaj prometo cambiar lo de: "Mujer Fatal" contras, se me vino Anastasia con su pinshi diosa interior jajajajajaajajja buscaré como plasmar ello, sin ocupar la palabra. Por que pierde la esencia (a mi gusto) de la historia. 

Espero les guste.

La historia fue betada por la hermosa María Aguilera... gracias a ti, mis ff quedan un poco mas decentes (de lo que te envío) $= 





CAPITULO 3

La clase culmina y nuestras bocas quedan pegadas sin llegar a tocarse, ambos agitados, ambos excitados queriendo más.

Más no es él de quien quiero comer la manzana ofrecida.

La maestra nos felicita. Nunca había visto una coreografía tan profunda y caótica, con movimientos tan fluidos, evidenciando la pasión de los danzantes.

Todos comienzan a irse. La profesora me pide quedarme para terminar la última parte de la coreografía. Admito que me puse nerviosa, él no quitaba sus ojos de mí. Sin embargo, se marchó. Suspiro frustrada. Es terco, pero yo perseverante, y la perseverancia, cariño, es la terquedad de un propósito.

Me sorprendí cuando la música vuelve a sonar. La maestra se está moviendo con elegancia, sus movimientos calculados le quitan la sensualidad al ritmo. Comienzo a imitarla. Los tiempos comienzan a sonar en mi cabeza. Otra vez estoy perdiendo el hilo, estoy siendo arrastrada hacia la cordura. Mis pasos ahora son sin gracia ni erotismo de por medio. Ya no estoy seduciendo al público, sólo estoy bailando. Ya no estoy poniendo mi alma en ello, sólo es otra coreografía... Y me estoy aferrando desesperada a mi recién descubierta "mujer fatal". No, no la voy a soltar. Eros también parece preocupado, parece ser que también tiene la lucha con su propia psique.

—Tus movimientos se han vuelto mecánicos. Siente la música, Luna, deja que te envuelva, siéntela —lo escucho repetirme.

Me vuelvo con el corazón acelerado. Se encuentra de pie en el umbral de la puerta. Me observa curioso, tentador, atormentado.

—Oh, profesor Nott, no esperaba verlo a esta hora —Incluso mi profesora se ha dado cuenta. Es algo inusual en él.

Eros se presenta de nuevo... Así que este hombre es el incentivo para mi sexualidad recién despierta.

—Estaba terminando la coreografía para Draco y Hermione —responde sin dejar de mirarme.

—¿No se han matado aún? —le pregunta Luna, divertida.

—No, creo que han encontrado como desquitar su odio —Un brillo fugaz pasa por sus azules ojos. Me estremezco.

—Bien, bueno, en ese caso, estando aquí, ¿por qué no nos ayudas a terminar la coreografía? Tengo el tiempo justo y mi esposo me está esperando, es nuestro aniversario.

Esto no me lo esperaba, no sé cómo reaccionar. Tengo miedo de mi actuar. Aquella vez, estábamos solos. Me había visto practicar, había visto mi frustración por no poder lograr los pasos: todos eran fríos, sin gracia, calculado. Ese día, entró sin siquiera anunciarse. Se pegó a mi espalda y me atrajo a él. No puedo negar que me sorprendí. Una chica como yo, recién descubriendo el mundo— que hasta hace unos meses, sentía insípido, sin novedad alguna, —y que un sexy profesor te tome de manera posesiva y comience a oscilar sus caderas al vaivén de las mias, llevándome a su abismo, estaba fuera de mis límites. Pero lo que pasó después fue la cúspide de mi propio descubrimiento. Su voz me guio hasta el lugar más obscuro de mi propia mente, abriendo la caja de pandora; sus manos llamaron a la electricidad de mi cuerpo; y su sola presencia atrajo a la mujer pasional que hay en mí. Todo eso se mezcló con el momento y terminamos tocándonos en el salón de baile. Sus manos expertas y hábiles contra un cuerpo ansioso de ser explorado, saciado. Mi cuerpo y mi mente no pudieron estar más de acuerdo. Sólo mi corazón quería razonar: era alguien que bien podría rompérmelo. Pero no seré tan extremista. Su corazón no es lo que quiero. Lo que deseo se encuentra más abajo, en el lugar dónde mis manos se atrevieron a rozar, donde mi boca resbaló de manera superficial.

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