c u a t r o <parte dos>

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—Debes estar de joda, Dowoon.

El de cabello oscuro miró a su mejor amigo, Yugyeom, sentado frente a él con una mirada de incredulidad en su rostro.

Se encogió de hombros, indiferente.

—¿Y SungJin aceptó eso? —insistió Yeom al no oír una respuesta de Dowoon.

Dowoon cerró el portátil, bostezando, fingiendo una indiferencia que no sentía ante la presión de su amigo.

Yugyeom, siempre sonriente y dispuesto a bromear, lucía ahora molesto, irritado, y por qué no decirlo, indignado.

—Peleamos —contestó Dowoon—, no le hizo gracia alguna.

—¡Claro que no le haría gracia! —exclamó Yugyeom poniéndose de pie —. Demonios, Dowoon, ¿cómo se te ocurre aceptar algo así? —el de cabello rojo le miró, furioso—. ¿Acaso no te bastó con hacerle daño a Wonpil, ahora planeas destrozarlo? Y no sólo eso, también le estás rompiendo el corazón a Sung...

—Quiero un divorcio tranquilo, Yug, sin peleas, sin abogados, sin tener que ir a una corte, y si debo esperar treinta tontos días, lo haré —explicó Dowoon guardando sus cosas —. Sé que no estás a favor de esto, después de todo, tampoco me apoyaste cuando te conté lo del divorcio —añadió con rencor en su voz.

Yugyeom soltó un bufido.

—¿Cómo quieres que te apoye cuando sé que estás cometiendo un grave error? —preguntó con tristeza su amigo—. Dowoon, mierda, somos amigos desde que fuimos al colegio, conozco a Wonpil y sé que su relación es una de las cosas más bonitas que haya visto, y que ahora quieras destruirla por un capricho...

Dowoon fulminó con la mirada a su mejor amigo.

—No es un capricho —espetó Dowoon—, realmente quiero a Jin.

El de cabello rojo soltó una risa carente de diversión.

—¿Quererlo? Por supuesto que lo haces —Yugyeom negó con la cabeza—, pero lo que sientes por Wonpil va más allá de eso, siempre ha ido más allá de eso. ¿Por qué eres la única persona que no lo ve?

Dowoon le miró en silencio.

Si era sincero consigo mismo, lo que sentía por Wonpil nunca había sido tan claro para él como todo el mundo solía decir. ¿Lo amaba? Por supuesto que sí, de eso no había duda alguna.

El amor que sentía -o sintió por Wonpil-- era tan grande que nunca sintió que unas simples palabras (Te amo) pudieran expresarlas en totalidad, pudieran realmente mostrar lo que sentía por él.

Recordaba a ese torpe chico que llegó a los quince años a su curso, con frenillos, cabello negro, y una mirada titubeante y nerviosa. Wonpil parecía un chico frágil de intimidar y molestar, eso se notaba enseguida, por lo que se convirtió en un objetivo rápido de los matones del curso.

Pero cuando empujaron a Wonpil frente a él, haciéndolo caer al suelo, Dowoon no pudo evitar querer protegerlo de todo lo malo del mundo.

Desde ese día, Wonpil lo persiguió por todas partes como un cachorrito perdido, queriendo que su hyung amado le dirigiera siquiera una mirada, le dirigiera una palabra de orgullo, contento con alguna caricia, con una sonrisa.

Dowoon siempre había sido el que dio los primeros pasos, por supuesto, pero era Wonpil quien estuvo delante de él todo este tiempo esperando para recibirlo.

Pero ahora...

—No quiero seguir hablando de esto —gruñó Dowoon.

Yugyeom suspiró, siendo consciente de que no tenía que continuar insistiendo en ese tema.

—Sólo... Dowoon, por favor, piensa bien en tus acciones —suplicó Yug—, eres mi mejor amigo, pero Wonpil también es mi amigo, y no quiero ver cómo sufre por tu culpa. No Wonpil, Dowoon. Wonpil no se lo merece.

Quiso decirle algo, pero Yugyeom le hizo un gesto de despedida, aludiendo a que Dahyun le esperaba para salir a comer fuera, y se tragó sus palabras.

Media hora más tarde, se detuvo fuera del hospital, con una extraña sensación en el estómago. Llevaba tanto tiempo sin ir a buscar a Wonpil a su trabajo que incluso los guardias se notaron sorprendidos por ello, saludando de forma vacilante. Minutos después, Wonpil estaba saliendo por las puertas del edificio, abrigado a más no poder debido al frío. Estaban a finales de enero, el invierno azotando a la ciudad de forma cruda y helada.

Wonpil entró, su nariz colorada, y Dowoon le observó sin saber exactamente el porqué.

Wonpil siempre se había visto lindo con las mejillas cubiertas de rojo.

Pero sólo cuando Wonpil se inclinó y le dio un beso en su moflete fue que parpadeó, reaccionando.

—Hola, Dowoon —saludó con voz tímida.

Dowoon le miró al frente, algo sacudiéndose en su interior.

—Hola, Pirimiri —contestó en voz baja—. ¿Cómo te fue hoy?

Wonpil comenzó a hablar, y extrañamente, las cosas se sintieron bien.

Apego [DoPil]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora