Promesa.

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Volviendo a su planeta al medio día se encontró con quien era su pareja, observándolo aparecer justo enfrente suyo, con una cara de pocos amigos, no le gustaban para nada las ausencias injustificadas.

— Hasta que te dignas a aparecer. — se cruzó de brazos, molesta.

— Yo... yo...

— ¡¿Tu qué?! Habla bien, no me gusta que tartamudees, pedazo de inútil.

— Estaba en el universo de Zamasu, se nos fue el tiempo volando junto al señor Gowasu, olvide decírtelo, era una reunión muy...

— Bueno eso... debiste decirme en un principio. — Suspiro con pesadez, colocando sus brazos a los costados, tranquilizándose.

La chica de chaleco rojo paso los segundos de silencio contemplando a su interlocutor, a la vez que el olor de este se hacía más presente sobre su nariz, sin notarlo, la época de celo de los alfas había comenzado, un periodo que ocurría cada dos veces al año y que duraba alrededor de una semana, acorto su distancia hacia el de más baja estatura, tomándole de sus ropas superiores lo pego a su cuerpo, con dominación y seguridad, acercando sus labios al oído opuesto, oliéndole de más de cerca, era un aroma simplemente maravilloso, hipnotizarte y embriagador de la conciencia.

— Hay muchas cosas por hacer, ¿Por qué no vamos mejor a...? — su voz temblaba con nerviosismo, sus mejillas tomaron un leve color rojo por el acercamiento tan íntimo.

— Olvida eso, Shin. — su aliento cálido era trasmitido sobre la oreja ajena, hablando con una voz suave pero autoritaria. — Quiero tenerte conmigo a...

— ¡Shin! — a pocos metros de donde se encontraban ambos individuos apareció un tercero, un Kaioshin de estatura alta, ajeno al universo en donde estaba. Sin saber lo que ocurría saludo a ambos con una sonrisa y un semblante amigable.

Los dos se separaron quedando sorprendidos por la inesperada visita.

— ¡Ha, Zamasu! Que... que sorpresa tener aquí... si nos acabamos de ver hace unas horas... — hablo pausadamente, con varias gotas de sudor bajando por su frente, sentía que en cualquier momento su gran mentira seria descubierta. Rápidamente camino hacia él y lo llevo detrás del árbol que estaba a las espaldas de ambos. — Debes seguirme la corriente. — Le pidió casi susurrándole — Estuve ayer y parte de hoy en tu planeta, contigo. ¿Sí?

— Pero.... ¿Porque? — confundido.

— Es una larga historia que te contare después, solo hazlo, por favor te lo pido...

— No me gusta ser partícipe de mentiras pero supongo que es lo que haría un buen amigo. — miro hacia el cielo resignado. — Espero no me metas en problemas.

— ¡Hey! ¡¿Qué tanto platican ustedes dos?! — La Kaioshin de larga cabellera, los interrumpió, apareciendo detrás de ambos, captando la atención de estos.

— Nada... — replico en voz baja, el de chaleco gris.

— Pensé que ya habían pasado suficiente tiempo juntos, Zamasu.

— Si pero... contigo no tuve el placer de platicar. — con una sonrisa trataba de mantener todo bajo control. — Vine a que... tuviéramos una reunión de té, hace mucho que los tres exactamente... no tenemos ese tipo de encuentros. — sus pupilas se fijaban en el Kaioshin de chaleco azul varias veces, no podía evitar estar un poco tenso por la situación.

— ¿Una reunión de té...? — cuestiono con una voz tranquila pero con un semblante como si estuviera ida en sus pensamientos, estaba a punto de cometer un acto por el que tanto estuvo esperando y ahora sus planes eran aplazados.

— Si, y ahora que recuerdo mi juego de té más valioso quedo aquí en su planeta... — menciono el verdadero motivo de su visita, sutilmente. — Podemos usarlo una última vez más.




— Eso estuvo cerca... — hablo para sí mismo, recordando los hechos ocurridos horas atrás.

Estaba bañándose dentro de la fresca agua del lago de su propio planeta, al caer la noche, con solo la luz de la luna iluminado el oscuro bosque alrededor del lago, como varias veces lo hacía, sin que nadie lo supiera, en el momento en que todos dormían. El agua era algo profunda le llegaba hasta el pecho, estar ahí le daba una gran tranquilidad y paz, pero un movimiento en el ambiente le hizo alarmarse, alguien más estaba dentro del lago, escondió todo su cuerpo, quedando únicamente parte de su cabeza en el exterior, unas manos rodearon su cintura por detrás, iba a gritar espantado pero una de las manos desconocidas cubrió su boca, en estado de pánico y con su corazón latiendo a mil, con miedo miro de reojo para saber quien le capturaba.

— ¿Te acuerdas de mí, muñequito? — le susurró al oído con travesura, soltándolo rápidamente, comenzó a reír por lo bajo.

— Casi me muero de un susto, Bills. — enojado, con sus dos manos lo empuja hacia atrás, luego se da media vuelta cruzando sus brazos.

— Era una pequeña broma... ¿sabes? Quería verte. — se coloca detrás de su contrario.

— Pero si nos vimos hace poco. — solo giro su rostro viéndolo.

— Nunca me canso de verte, quisiera tenerte conmigo todo el tiempo, Shin. — Su brazo volvió a rodear aquella delgada cintura, así como sus labios le hablaban al oído.

— Yo... — se gira para encararlo, colocando sus brazos alrededor del cuello. — Yo también quisiera eso Bills... Pero...

— ¿Pero qué...? Hum, no, déjame adivinar, ya se... — replico con fastidio. — No, esta vez no quiero hablar de eso... — su voz se suavizo — solo seamos nosotros dos esta noche.

— Siento que no te estoy dando el lugar que mereces tener en mi vida y... — sin terminar su oración fue callado por el dedo índice del felino.

— Shhh... Yo estoy donde quiero estar, no tienes por qué sentir culpa de nada, lo único que has hecho mal es el no haber aparecido antes en mi vida. — le sonreía con la felicidad de tenerlo a su lado.

El joven de cabellos albinos se había quedado sin palabras a lo que escuchaba, el sentimiento sobre su pecho creía aún más por el destructor, sin poder creer aun por qué alguien daría tanto por el si ni siquiera había hecho algo para ganarse tal trato, se sentía un don nadie en los brazos del más valioso ser, pero para ese ser, él pequeño Kaioshin era su todo, tenía un valor aún más grande que su vida.

— Bills nunca me dejes. — Le abrazo con fuerza, con sus brazos alrededor de la espalda de su compañero, escondiendo su rostro sobre el pecho ajeno.

— Jamás, Shin... Jamás lo haré. — su diestra estaba sobre la nuca opuesta, acariciando aquellos cabellos húmedos y empapados, tan suaves y delicados.

Deseaba que el tiempo se detuviera, que el momento fuera congelado por toda una eternidad, pero eso era imposible, lo único eterno serían sus palabras, las cuales se mantendrían firmes aun con el paso de los años.



¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡HAKAI!!!!!!!!!!!!

Lo mejor de este universo. (Bills x Shin)Where stories live. Discover now