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Fuimos como quedamos a ese tal parque de tracciones, la pasé bien. Adoraba esos lugares para niños.

Me invitó a quedarme a dormir un su casa. Me tiene un poco sin aire, siento que esta siendo muy pesado con el tema de la apuesta. El dinero el lo único que me mantienen en pie estos días.

— Cenaremos con mis padres. — dijo acomodando mi mochila, en la traía mis cosas para esta noche, en el sofá.

— ¿Qué?, nunca me hablaste de eso.

— Te lo acabo de decir. — golpee su hombro con mi puño. Se balanceó hacia atrás. — Solo es una cena. — dijo acariciando el lugar donde le plante el golpe.

— ¿Cómo me presento?

— Daniela, tus padres son amigos de los míos. ¿Qué te da miedo? Simplemente cenaremos junto a ellos. Nada del otro mundo. — me dedico una sonrisa simple. Me relaje, había exagerado las cosas.

Fui a la cocina por un vaso de agua, él subió a su habitación. El timbre comenzó a sonar, me fijé en las escales para ver si había señales de él. Me atreví a abrir. Le sonríe al ver que es su madre, junto con ella hay una nena de unos siete años, tomando de su mano.

— Dani, querida ¿y tú por aquí? — dijo entrando. Nos saludamos con dos besos.

— Sorpresa para la cena, señora Will. — dije tímida.

— Sara, siempre te digo que me llames Sara. — sonreímos. Bruno se presenta. Toma a la nena en brazos, alzándola por el aire. Llena su carita de besos.

— Suéltame, grandulón. — dijo riéndose. Este la baja despacio, pero antes dejo un beso su frente. Fue gratificante verlos así. Siempre ha sido muy cariñoso.

— Ella es mi novia, Daniela. — lo fulmine con la mirada. La pequeña se dirige a mi con una sonrisa.

— Hola. — jugó con sus dedos.

— Yo soy Rosalía. — sonríe por lo tierno que había sonado. Me sonríe y corre en busca de Sara.

— ¿Con que tu novia? — pregunta Sara dejando algunas bolsas en su lugar. Yo negué con la cabeza para ella.

— No le creas. — le dije entre dientes. Ella lo miro sospechosamente.

— Es broma. — reafirma lo que dije. Se despidió para ir a la segunda planta. Bruno decidió poner unas películas para matar el tiempo. Terror son mis favoritas, podría estar el sol más resplandeciente afuera, y yo elegiría terror.

— Tienes que tomarte las cosas un poco más con calma. — le dije acomodando mis pies.

Préstamos atención a lo que había en la pantalla.

Llegó la hora de la cena, yo me estaba preparando en la habitación de Bruno, mientras él se duchaba en el de su madre. Me puse un vestido blanco de satén pegado al cuerpo, cabello suelto, y algo cómodo de zapatos. Baje al salón y para mi sorpresa todavía no habían puesto la mesa así que me adelante y la puse. Escuché los zapatos de alguien bajando las escaleras. Me asomé.

— Cariño, no era necesario. — dijo Sara ayudándome a acomodar los platos que faltaban.

— No es nada. — terminamos de acomodar. Sara me miró confundida.

— ¿Dónde está Bruno?

— Arriba, creó que todavía moneara listo.

— ¿Podrías subir a ver? — asentí. Toque la puerta.

— ¿Estas listo? — me abrió la puerta, dejándome ver lo que había detrás. Lleva puesta una camisa negra, junto a unos pantalones negros. La camisa se aferraba a sus bíceps, parecía que se romperá en cualquier segundo. Su cabello está bañado en gel.
Los pies los tenía descalzos. Terminé de analizarlo.

— Tú madre pregunta por ti. — balbucee. Se acomodó el cabello hacia atrás.

— ¿Cómo me veo?

— Bien. — trague saliva. — Baja a cenar. — él ríe.

— Tú te ves hermosa. — me dedico esa sonrisa que odiaba.

Di media vuelta en seco y baje las escaleras en blanco. Me senté en la mesa a esperar a los demás, procesando lo que estaba sintiendo. Pensé que esto sería más fácil, pero Bruno es demasiado amoroso.

Me está complicando la apuesta. Su padre llegó, de disculpó por haber llegado tarde. Los dos bajaron juntos por las escaleras. Sino fuera una muy buena amiga, podría darme a su padre en un abrir y cerrar de ojos.

La comida estaba deliciosa. Siempre me ha gustado la comida de Sara, mamá me mataría si me escuchara decir algo así. Ayude a recoger los platos y meterlos en el lavaplatos. De fondo teníamos una melodía de piano. La familia de Bruno me fascina, todo lo que le enseñan, la forma en la que se presentan al mundo. Siempre le he dicho que tuvo suerte al nacer dentro de esos padres. Bruno se acerca a nosotras.

— Saldremos a caminar un rato. — se acercó más, me sostuvo de la mano.

— No lleguen tan tarde. — dijo si madre. Me arrastro hasta la puerta. Me detuve en la puerta, haciendo que él también se detuviera.

— Yo no quiero caminar. — dije arrugando la nariz. 

— No te vas a arrepentir. — me dijo con una sonrisa, mostrándome sus dientes. Rode los ojos.

Todo el Camino trataba de zafarme de su mano, cada vez que lo intentaba lo apretaba con más fuerza. Nos detuvimos en un pequeño risco a la altura de la ciudad.

— ¿Qué es esto? — dije observando la vista. Se puede ver toda la ciudad desde aquí. El cielo estrellado y la naturaleza a nuestro alrededor.

— Lindo ¿no? — caminó más adelante, se sentó a la orilla de la piedra. Miro hacia donde estaba parada. — Ven. — obedecí y me senté a su lado. No me importó que el vestido blanco de ensuciara de arena. Inundé mis fosas nasales con el olor a tierra y ciudad combinando. Me sentí en calma.

— Venía aquí de pequeño. Era lindo para tocar la guitarra. — tomé otra calada.

— Es relajante. — me apoye con mis brazos para poder recostarme en la tierra y poder ver el cielo.

Hizo la misma acción. Su cuerpo bloqueó mi vista, estaba encima de mí. Solté una pequeña risa.

—Bruno —pronuncie, amenazante.

—Daniela —respondió, de la misma forma.

— ¿Esto es un juego? 

— Literalmente, sí. — mire a mi lado en busca de una escapatoria, sus brazos estaban a cada lado de mi cabeza, encarcelándome.

— Deberíamos volver. — presentía por donde quería ir. No había necesidad de eso. Podíamos actuar enfrente de nuestros amigos, pero no, aquí estoy actuando ser su novia cuando lo único que quiero es dinero.

—¿Puedo? —esa pregunta no me gustaba.

Negué repetidamente.

—Cuando preguntaste eso, me besaste. No pasará. —esbozó una sonrisa. Pude notar algunos pliegues que se le formaban debajo del ojo. —Es solo una apuesta.

—Lo digo en serio. Quiero hacerlo.

—Yo también lo digo en...

Me besó.

Creo que seguirle el beso era mala idea, le iba a dar una impresión que en este momento no quería que tuviera. Pero me valió mierda.
Le seguí el beso con la misma intensidad. Acaricio mi pierna mientras me besaba. Nuestras lenguas jugaban, o batallaban por ganar. Se alejó, mantiene la mirada.

— ¿Por qué siempre cedes a mí?

— Porque soy idiota. — me hizo callar con un beso. Se levantó, de pie me ayudó. Me tomó de la cintura, acercándome a su torso.

— Debemos volver. — esperaba que hiciera algo más que eso. Me suelta y me deja sin equilibrio, me tambalee cuando dejo de sostenerme. Me dio la espalda caminando. Me golpee la cabeza con la palma de mi mano, a ver si así mi cerebro reaccionaba. Apresure el paso para no quedarme atrás.

Mi Novio por apuesta  | Nueva versión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora