Capítulo II

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Dongmin, como de costumbre, estaba cumpliendo con las labores del hogar. Completamente concentrado en cortar y preparar los vegetales, a penas notaba las miradas de reojo que le regalaba su querida madre, la cual lo observaba comprobando que hiciera todo de la forma correcta.

-El señor Kim te ha acompañado a casa esta mañana -susurró su madre, claramente no deseaba que su esposo oyera la conversación.

-El señor Kim es un hombre muy amable - comentó Dongmin alejando las insinuaciones de su progenitora.

Ella bufó suavemente y apoyó la cabeza ligeramente sobre el brazo de Dongmin.

-Mi querido niño...

-Mamá, por favor.

La observó directo a los ojos, y con seguridad, negó con la cabeza.

Amaba a su madre como a nada más en este mundo, pero la mujer, en su deseo de que Dongmin formará una familia, podía ser bastante asfixiante.

-No voy a corresponderle -respondió con firmeza-. Es un hombre muy amable y agradable, pero no deseo convertirme en su esposo.

Ella apretó los labios y frunció el ceño por unos breves segundos, antes de suspirar y continuar preparando el pollo.

No eran una familia pobre, y eso no era exactamente positivo. Las familias como la suya, con suficiente dinero, y suficientes hijos varones, eran observadas y juzgadas con más fuerza. Era bueno saber que dos de sus hermanos habían partido a otras provincias. Uno casado, el otro en busca de hacerlo. Allí serían claramente más libres, y Dongmin deseaba que ellos hallaran la felicidad.

-Hoy ha sido un día extraño -comentó su padre acercándose a ellos y observando a su madre cocinar.

-¿Extraño como, mi querido esposo?

-Los soldados parecían en extremo atento y precavidos. No tengo un buen sentimientos sobre este día.

Dongmin frunció el ceño. Si era sincero consigo mismo, él tampoco lo sentía un buen día. Su estómago se apretaba de forma desagradable, y hoy especialmente , pensar en el futuro, lo aterraba en sobre manera. No deseaba nada más que abrazar a su madre y recordar lo más agradable que era ser pequeño.

-¿Tú también, no muchacho? -preguntó su padre ante su gestión serio-. Puedes sentirlo.

-Sí, padre -admitió.

-Nuestro hijo tiene instinto animal, puede oler el peligro a kilómetros de distancia - aseguró el hombre-. ¿Qué crees que sea, muchacho?

Dongmin se encogió en su lugar y lanzó un suspiro tembloroso.

-No lo sé, padre. Se siente... Mal -murmuró-. Huele a sangre -soltóblo último de golpe, antes de cubrir sus labios con una mano.

Su padre frunció el ceño y observó por la ventana.

Dongmin entendió esa incomodidad en la punta de su nariz, y ese olor asfixiante que lo había llenado por completo esa mañana, cuando salió de su hogar. Olía a sangre, y Dongmin estaba seguro, era mucha.
*******

Era entrada la noche viendo todo sucedió. Las antorchas danzaron como luces desde el mismo infierno, a través de sus ventanas. Y las estrepitosas pisadas de hombres y caballos, hicieron que el latido de su corazón se acelera en sobre manera.

Su madre entró corriendo a su habitación y sin decir palabra, lo envolvió en un abrigo y lo arrastró hacia la puerta trasera de la casa.

- Óyeme bien Dongmin, necesito que corras -le suplicó.

Entonces Dongmin entendió que sucedía, pero sus pies no se movieron de su lugar. Más bien se aferró al mismo, envolviendo los brazos alrededor de su madre.

-Por favor vete - gimió su madre en un desesperado llanto-. Vete, mi niño.

Dongmin estaba llorando para el momento en que sus pies tocaron la firme calle. Y corrió todo lo que pudo, pero no era suficiente. No era suficiente porque el lo había olido. Su destino pisándole los bordes del abrigo, sus garras tornando su cuello.

Cuando Dongmin cayó de rodillas al suelo y una espada se colocó sobre su garganta, supo que su destino lo había alcanzado. Pero Dongmin tenía una alma fuerte, él era un superviviente. Él era fuerte, porque contaba con su mente, con su estrategia. No necesitaba un arma para sobrevivir. Y él necesitaba sobrevivir. No iba a permitir que ese día fuera su último.

-Lo siento niño, pero sin sobrevivientes hombres.

Dongmin subió la mirada hacia el hombre que sujetaba la espada y lo observó con firmeza, hasta que una voz mucho más fuerte los interrumpió.

-Esto no es un concurso de miradas, Jinwoo. Ya sabes que hacer.

Un escalofrío recorrió su espalda, y antes de que pudiera detener su lengua, ella había tomado el control sobre la situación.

-¡Su alteza! -exclamó, su rostro en alto, pero su mirada baja.

El hombre junto a él, Jinwoo, apretó la espada contra su garganta, Dongmin sintió una línea de sangre tibia deslizarse por la misma.

-¿Cómo te atreves a dirigirte directamente al rey? -olfateó el aire y frunció el ceño aún más-. Omega -comentó casi despectivamente.

-Mi señor, apiádese de su pobre servidor- suplicó-. Que no hizo otro mal que nacer en donde no debía.

-¿Que gano yo a cambio? -fueron las primeras y duras palabras que el rey le dirigió.

Y su cerebro trabajó con velocidad ¿Que era lo que el rey de su nación deseaba con ansias?

Un hijo. Él deseaba otro hijo. El rey contaba con un solo hijo varón, y cuatro niñas. El necesitaba más niños.

Dongmin se tragó el nudo en su garganta y habló con firmeza.

-Juro sobre los dioses, mi señor -exclamó-. Soy un Omega puro y fértil. Le daré un hijo varón en el transcurso de un año, y de no ser así, recibiré la muerte y descansaré junto a los dioses como el resto de mi pueblo.

El profundo silencio que siguió a continuación logró que Dongmin notará que no eran los únicos presentes. Decenas de soldados que se desplazaban a su alrededor, se detuvieron, espada en mano, para ver tal intercambio entre el rey y un simple joven de pueblo.

Dongmin pudo ver de reojo como el rey hacia una seña hacia el hombre que seguía sosteniendo una espada en su cuello. Con la misma golpeó su barbilla suavemente antes de alejarla de su cuerpo, y Dongmin entendió la señal. Subió la mirada hacia los ojos del rey. Unos ojos increíblemente tristes y cansados, considerando la situación en la que se hallaban.

El rey asintió hacia él y extendió su espada en su dirección.

-Se fiel a tu palabra, niño. Tú juramento a sido oído.

Dongmin dejó sus hombros caer, sintió la fuerza abandonar su cuerpo por completo ¿Qué había hecho?

-Llévenlo con las mujeres omega -ordenó el rey.

Casi no sintió su cuerpo siendo arrastrado hacia un carruaje algo antiguo y gastado. Se sentó en un costado y hundió el rostro entre sus piernas.

-Tranquilo -una voz susurró bastante cerca-. Oímos tu juramento, los dioses sabrán bendecirte.

Dongmin dejó que un gemido adolorido escapara de sus labios, antes de que las lágrimas bañaran su rostro entero. Unos delicados brazos lo envolvieron en un abrazo y sintió las lágrimas deslizarse con más fuerza.

-Estás vivo, eso es lo importante.

Dongmin no se sentía tan vivo como parecía estar.

-Rezaré por tí.

PolyRG
07/06/19

His (Binwoo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora