Capítulo 3. Primeros días. Arco 1.

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Dazai miraba las paredes blancas, el olor a cloro y el constante sonido de las puertas anunciando a alguien entrar o salir. El sonido tan fastidioso de las pantuflas al ser arrastradas por los pisos, y aquellas ventanas con vista al jardín - ¿Qué tanto miras? – pregunto una enfermera

― Oooh mi querida y bella enfermera – menciono tomándole la mano – podría tomar su mano y saltar al vacío en un precioso suicidio doble – menciono caballerosamente – lastimosamente mi único y eterno ser, es un ente miniatura que pronto llegará y mi deber es esperarle en la sala recreativa hasta que mis manos lo logren tocar y nuestros labios besar

― Dazai, te hemos pedido dejar hablar de suicidios. Puedes salir pronto de aquí

― Lo lamento mi bella enfermera que tanto cuida de mí, su preocupación es tan preciosa como un lirio – sonrió amplio – pero solo mato el tiempo mientras Chuuya llega

― ¿Por qué confías en que Chuuya vendrá siempre? – pregunto. La puerta se abrió dejando ver al pelinaranja y Dazai sonrió

― Por qué... Chuuya es simplemente el eterno amor de mi vida. Y si yo perezco... solamente será por él, así como una rosa sin su sol.

La enferma se marchó mientras Chuuya se acercó, se sentó a su lado y Dazai sonrió - ¿Qué estás viendo? – pregunto

― El jardín es cada día más hermoso Chuuya

― Sabes... esto

― No hablaremos de esto – menciono dejándole una plastilina sobre la mesa

― ¿Qué es esto?

― Es un canario – sonrió Dazai – lo hice para ti en manualidades

Chuuya resonó su nariz y apretó sus puños – no tienes que estar aquí

― Tengo que

― Osamu...

― Saldré pronto Chuuya – menciono sonriente – no soy un demente

― Quizá lo seas, al querer hacer esto

― Pero te cuento un secreto – dijo Dazai acerándose – las mejores personas lo están

― ¿de dónde sacas eso?

― Me lo dijo una niña – dijo sonriente - lleva un tiempo aquí, se llama Miushi - miro al pelinaranja con aquella misma sonrisa de siempre, llena de vida, aquella que había enamorado a Chuuya años atrás - ¿jugamos ajedrez?

Chuuya y Dazai comenzaron a jugar, aunque el pelinaranja no entendía del ajedrez sabía que Dazai lo amaba y no olvidaba que las cámaras lo miraban, el jugar un juego así sería lo mejor para su estructura y expediente – Chuuuya me aburre tu juego - se quejó Dazai

― Sé que no soy bueno pero sigue jugando, la cámara te ve

― No quiero hacer cosas por la cámara, quiero pasar tiempo contigo

― Dazai, entiende

― Chuuya, hago muchas cosas aquí, me comporto pero... a ti solo te veo una hora al día, ¿podrías?

Chuuya lo miro y sonrió - ¿a qué quieres jugar?

― Quiero adivinar que hay bajo tu sombrero

― Cabello

― ¡¿TIENES CABELLO?! Creí que comenzabas a ocultar tu calva

― Bastardo... - dijo molesto casi en un rechinar de dientes. Dazai reía alegre

Los chicos siguieron riendo y jugando, incluso jugaron a las atrapadas donde Chuuya gano varios encuentros.

La hora de visita termino, Chuuya debía retirarse, le dio un beso en la mejilla y aunque Dazai tomo la muñeca de Chuuya con fuerza, Chuuya lo volteo a ver, aquella mirada llena de soledad le impacto, Dazai reacciono, lo soltó suave y sonrió – te veo mañana, Chuuya

― Hasta mañana Osamu – respondió preocupado, aun así sonrió - te amo 

En cuanto salió de la sala, Chuuya comenzó a acumular lágrimas y en medio de la sala no pudo resistirlo y comenzó a llorar, tallo sus ojos con su mano y mordió sus labios para no gritar, debía soportarlo. Si Dazai podía hacerlo por él, él podía sonreír para él.

Por su lado, Dazai miro la puerta por varios minutos hasta que una enfermera se acercó – Dazai, es hora de tu análisis

― Comprendo... - dijo Dazai cerrando los ojos y sonrió – enfermera Jenny - ¿Cuándo saldré?

― Si te comportaras mejor...

― Los suicidios son parte de la vida, así como la muerte, la vida solo es el camino

― Hay Dazai... en verdad quiero ayudarte – menciono la enfermera – vamos

― La sigo

Dazai camino hasta una sala blanca, comenzaba a odiar el blanco. Había sido diagnosticado con depresión por sus constantes conversaciones sobre suicidios, pero esto lo había convertido en un foco para ser investigado y analizado. Su estancia estaba en juego.

Aquella sala que Dazai había comenzado a visitar, aquellos amarres y medicamentos. Los gritos que soltaba por la ausencia de la amabilidad, los gritos dentro de su cuerpo pidiendo libertad de aquello que lo apresaba, de aquellos que lo apresaban, los médicos solo observaban mientras él se derretía al sonar de cada proyección.

Pues la vida solo era el camino y la muerte el destino de todos...

Con ese pensamiento, lo que le había ayudado a sobrevivir por tantos años, le hacían deducir y confundir, el lugar era terrible así como los sucesos.

Comenzaba a odiarlos. 



...

Continuará en el siguiente capítulo.

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