Eternal ┋❛Ángelo Hrodric había tomado las riendas del su familia a la edad de 13 años, tomo el pobre y peligroso condado Hrodric para hacerlo el mejor de Obelia, elevo el estatus de su familia, y a su vez se convirtió en el criminal mas renombrado d...
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━━━━━━ En Obelia existían pocas personas con la capacidad de agitar las aguas del poderoso imperio solo con su presencia.
Uno de ellos fue su emperador, Claude de Alger Obelia.
Otro fue el antiguo emperador, Anastacius de Alger Obelia.
Roger Alpheus también estuvo en la lista, no era aterrador como los otros dos gobernantes, pero era poderoso y asquerosamente rico, la única persona que estuvo sobre él fue el emperador, y aun así el hombre fue lo suficientemente listo como para permanecer aún lado de ambos hermanos en sus periodos de gobernancia.
Otra de las personas que figuraba en la lista fue Regina Westerhill, la dama de acero, de descendencia noble y encantadora que tenía al imperio en la palma de su mano, ella no fue aterradora, ni asquerosamente rica, pero era poderosa, a diferencia de Roger ella no hizo tratos ni convenios para lograr tal poder, ella fue amada por quienes la rodeaban, y vaya sorpresa, aquellos que la amaron eran poderosos. Regina tuvo más escudos y protección que el mismo emperador. Fue intocable.
Pero de la corta lista un nombre destaco sobre todos.
Ángelo Hrodric.
El Conde del diablo fue aterrador como los emperadores, inteligente como Alpheus, y tenía a Obelia en la palma de su mano como Westerhill, pero él no protegió al pueblo como aquellos cuatro, o fue amado como Regina, ni fue un emperador que guio a su pueblo como los hermanos, tampoco un empresario respetado, Oh no claro que no.
Ángelo fue aterrador, chantajista, malvado, cruel. Elevó el estatus de un condado perdido a través del alcohol, casinos clandestinos y drogas. Pronto su imperio criminal comenzó a expandirse, probando aguas en cada uno de los actos delictivos condenados en Obelia. Todo el mundo sabía que el hombre era un delincuente, era basura, una rata.
Pero como toda rata fue escurridiza, no había ninguna prueba de que Ángelo había cometido algún crimen, era dolorosamente obvio que era un criminal, pero...
—Sin pruebas no hay cárcel, ¿cierto emperador? —una sonrisa zorruna se abrió paso por sus finos labios —. Es lo que usted proclamó cuando ascendió al trono, una ley inamovible si no mal recuerdo.
Claude frunció el ceño, sus ojos cristalinos clavaron dagas en el joven frente a él, un dolor de cabeza que no hacía más que crecer.
Ángelo hizo una reverencia, sus ojos brillaron con burla que no intentó esconder, era divertido ver como intentaban cazarlo para salir decepcionados del bosque, jamás lo harían, ni siquiera encontrarían una huella de él, y si lo hacían, había una fila interminable de perros que con gusto se harían pasar por un zorro y tomarían su lugar.
—Si me disculpa su majestad, tengo algunos deberes que resolver, llámeme si encuentra alguna prueba, con gusto me entregaré —la mirada asesina de Claude no hizo más que aumentar, pero a Ángelo siempre le había gustado quemarse, así que no dudó en agregar con la misma sonrisa astuta —si necesita ayuda con la investigación avísame el condado Hrodric estará dispuesto a ayudar a su majestad el emperador. Sería un honor para nosotros participar en la cacería de esa vil persona, y encerrarla en el calabozo hasta que se pudra.
