¿A alguno de ustedes alguna vez le ha importado quien era Marco Aurelio? Personalmente, a mí no. Creo que el señor Woodgate, mi profesor de historia, amaba aburrirnos; llevaba más de 30 minutos hablando sobre ese tal Aurelio, y la verdad me valía un carajo lo que hubiera hecho por la humanidad o por su país o por lo que sea.
La verdad aun no logro entender porque no enseñaban eso, si al fin y al cabo en la siguiente semana lo olvidaríamos y no es algo “útil”, o por lo menos para mí, no.
En un esfuerzo por no quedarme dormida, porque ya lo había hecho y el resultado no fue lindo, llame a Audrey, mi mejor amiga, para charlar un rato mientras el profesor seguía hablando mierda.
-Audrey, susurre.
No respondió
-Audrey, dije más fuerte
-¿Qué?, se giro
-Estoy aburrida, le informe
-Pues ya somos 2
-Woodgate no para de hablar de ese tal Marco Aurelio, juraría que está enamorado de él, comente divertida
-Creo que se masturba viendo su estatua
Solté una sonora carcajada que resonó en toda el aula de clases
-Señorita Lovato, ¿Tiene algo que aportar a la clase? ¿O prefiere contarnos el chiste? Me reclamo el señor Woodgate
Negué con la cabeza, mordiendo mi labio, tratando de reprimir otra carcajada.
-Entonces como ni tiene nada que aportar, yo le aportare algo a usted, me señalo, -para mañana quiero un ensayo de mínimo 500 palabras sobre Marco Aurelio.
-¿Qué? ¿500 palabras? ¿Es en serio señor Woodgate?
-Claro que lo es, y espero que lo cumpla señorita Lovato, si no tendré que hablar con sus padres.
Mierda no.
Me puse de pie y le señale
-Se lo prometo señor Woodgate le daré el mejor ensayo que haya visto en toda su vida, y eso que su vida es muy larga.
Algunos de mis compañeros de aula soltaron pequeñas risitas al oír mi comentario.
-Eso lo dudo señorita Lovato
-Nunca dude de Demi Lovato señor Woodgate, jamás.
Sonó la campana, tome mis cosas y me retire.
+++
-¿Y ya has hablado con él sobre eso?, pregunto Audrey mientras cerraba su casillero
-Ya lo sabe, le di un mordisco a la manzana que llevaba en la mano
-¿Qué? ¿Cómo lo supo?
-Dios Audrey, ¡es realmente obvio!, casi todo el instituto lo sabe y el no sería la excepción
-¿Y qué dijo?
-Dijo que le daba igual, con tal de que le fuera fiel no había problema
Asintió con la cabeza y nos dirigimos a la cafetería. Era hora del almuerzo.
Empezamos a saludar a cualquier personas que se nos atravesara por el camino; no es por presumir ni nada de eso, pero Audrey y yo éramos muy populares en la Secundaria Lake Monroe. Obviamente desde un principio éramos un don nadie, pero con el tiempo empezamos a ir a fiestas y darnos a conocer, pero todo cambio cuando empecé a salir con Vincent Town, el capitán del equipo de futbol americano.
Pero la verdad es que nunca lo quise, tan solo estaba con él para ganar más popularidad. Ni siquiera me caía bien, me caía como una patada en culo; al final termine engañándolo con una de las porristas y me dejo. No me dolió ni nada por estilo, al contrario, me alegre, eso me había dado mucha más popularidad de lo que tenía planeado.