Capítulo 1: El último intento, de verdad.

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No es que John Egbert esté obsesionado con Dave Strider. Saber su peso, altura y otros muchos detalles no le hacen ser un acosador; ver a todas horas sus vídeos para escuchar su voz tampoco le hace ser como su jauría loca de groupies. Y desde luego, controlar sus movimientos en todas sus redes sociales para saber su posición exacta no es como un comportamiento obsesivo compulsivo. O eso dice en público.
Pero cuando el joven universitario con una vida aparentemente normal se encierra en su cuarto, a salvo de los ojos críticos, y los pósters de la rubia celebridad le envuelven entonces puede admitir que tiene una especie de obsesión con el menor de los Strider.
La primera vez que lo vio fue gracias a su mejor amiga, Jade Harley, que le envío un enlace de Youtube. El vídeo era terriblemente malo, muy vulgar y con una calidad de mierda. Encima al final se marcaba un rap que fue peor que todo lo dicho anteriormente pero que, por alguna razón, hizo reír durante horas literales al joven Egbert, que debería tener unos trece años en aquella época.
Fue como un flechazo estúpido de película romántica de domingo por la tarde. O algo así. La cosa es que desde entonces, John le siguió como un verdadero fan y soñó cada día y cada noche con conocerle para poder ser amigos. Seguro que eso sería bestial, teniendo en cuenta que su humor encajaba totalmente con el suyo aunque no tuviese sentido para mucha gente de su público, que se multiplicaba cada vez más rápido.
Dave Strider subió como la espuma en cuestión de un par de meses gracias a sus vídeos de crítica que se volvieron virales por lo controvertido del contenido y, desde luego, gracias a su apellido. Su hermano Dirk Strider había sido un grande del panorama musical hasta hace apenas un par de años, cuando de repente abandonó su carrera.
¡Pero no nos vayamos por las ramas! John había soñado con conocer a Dave, con ser su amigo, y al principio era una meta bastante alcanzable, pero con toda la popularidad internacional que había ganado el rubio, ahora parece algo que solo podría conseguir si tuviera una enfermedad terminal y unos padrinos mágicos le concedieran el deseo.

—El último que pruebo.

Ah, bienvenidos al presente, en el cual John Egbert está, efectivamente, en su cuarto, delante del ordenador de sobremesa, recién llegado de su trabajo a media jornada. Ni siquiera ha terminado de desvestirse, aún tiene la bufanda puesta, pero lo que tiene ahora entre manos es más importante para él que morirse de calor.
Abre el programa de mensajería instantánea de moda: Pesterchum. Su rostro es increíblemente serio, aunque por dentro el corazón le late muy fuerte. Comprueba de nuevo la notita arrugada encima de su escritorio en la que solo hay un garabato escrito con prisa. "turntechGodhead".
Explicación rápida: John no ha desistido con ese sueño suyo de conocer a Dave, aunque sea a través de la red y lleva mucho tiempo -años- intentando descubrir su correo personal o algo por el estilo. Lleva los últimos seis meses intentándolo con Pesterchum y cree que ha probado todos los usuarios posibles que rulan por internet y dicen ser del Strider, pero nunca ha acertado. La búsqueda se ha vuelto pesada y decepcionante, así que ha decidido que este poco usual usuario va a ser el último que pruebe.

—De todas formas va a ser falso. —murmura enfurruñado el joven, que ya tiene las mejillas rojas de los nervios y el calor que le provoca su bufanda.

Intenta no hacerse ilusiones, como siempre, pero falla estrepitosamente... como siempre también. El pobre Egbert peca de iluso sin remedio. Sin embargo, sabiendo que va a pasarse hasta las doce de la noche enrollado en su manta preferida y mirando la televisión con ojos vacíos en cuanto le pida al presunto Dave Strider que le ponga la webcam y se desconecte, escribe el curioso nick en la barra de "Agregar nuevo contacto".
Espera. Espera más... Han pasado quince minutos. Aún desconectado. John se acuerda de que tiene un gurruño de lana enrollada al cuello y se desprende de él. Veinticinco min-... ¡eh!
"turntechGodhead [TG] está conectado". ¡Por fin! No se lo piensa dos veces. Ataca sin pensarlo.

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