Capítulo 2: Jehn Ohbert.

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Como cada mañana, Jade Harley sale de su edificio, va hasta su panadería favorita que hace esquina, compra su desayuno y sube por la calle donde vive su amigo John. Siempre sale bien pronto para poder tomarse su tiempo y acabarse la palmera de azúcar antes de llegar al portal del chico... ¡así no le pide un bocado!
Normalmente el moreno tarda lo suyo y llegan a la universidad por los pelos, pero esta mañana se está pasando. La Harley ya está perdiendo la paciencia y no deja de mostrarlo a través de ese gesto tan suyo de toquetearse una y otra vez mechones de su frondosa cabellera, hoy recogida en una coleta alta.

—Bueno, ya está bien. —farfulla la chica, decidida a irse de allí al ver que quedan apenas cinco minutos para que empiece su primera clase. Da un paso, luego otro, el tercero ya más dubitativo...— Aaaaaagh, voy a matarle.

Jade deshace el par de pasos que ha dado mientras rebusca con furia en su bolso la copia de las llaves que John le dio de su casa "por si acaso pasaba algo". ¡Desde luego iba a pasarle algo si se perdía la clase de biología por su culpa!
Abre el portal con mala cara, sube las escaleras de tres en tres porque el ascensor vuelve a estar estropeado y, cuando ya está en el piso de su amigo y frente a su puerta, se queda helada.

—No, no, nO, NO. —se escucha desde dentro del piso del moreno.

La chica frunce el ceño y arquea una ceja a la vez, esperando un poco más antes de meter la llave en la cerradura. Escucha una especie de runrún ahí dentro, pero no tiene claro qué es así que, como acto casi reflejo, acerca la cabeza a la puerta y pega la oreja con un mohín de curiosidad y extrañeza. Distingue nuevos sonidos: unos pasos apresurados y exageradamente sonoros, algo cayéndose, una maldición, otro set de negaciones en voz bien alta...

—CIERRA LA PUTA BOCAZA DE BUENA MAÑANA, EGBERT.

El grito es tan repentino e inesperado que Jade da un salto hacia atrás y suelta una fuerte exclamación, asustada. Con la gruesa carpeta de la universidad pegada al pecho como si fuese un escudo, gira la cabeza inmediatamente hacia la fuente del vozarrón y ve una cabeza llena de revuelto cabello oscuro asomando por la puerta contigua a la de John. El jovencito fulmina con su grisácea mirada a la asombrada Harley como si ella tuviese la culpa del vecino gritón y luego cierra de un portazo sin decir nada más.
Jade se queda con los ojos fijos en la puerta que acaba de cerrarse hasta que vuelve a escuchar pasos apresurados dentro del piso de John y sale del trance.

—¡John! John, voy a entrar. —El aviso no recibe respuesta alguna, así que mete las llaves en la cerradura, la gira... y la pobre Jade se lleva el segundo susto de la mañana porque John de repente abre de par en par.— ¡JODER! ¿¡Podéis dejar de hacer esto!?
—¡Dave Strider me ha bloqueado! —le responde John en el mismo volumen de voz, haciendo que la expresión contrariada de Jade se acentúe aún más.
—¿Esa es tu excusa para no ir a clase hoy?
—¡No! Lo digo EN SERIO. —Mientras el chico le responde, ella le mira de arriba a abajo negando con la cabeza. Está sin pantalones, despeinado y tiene una manta medio enredada al pie derecho.— Jade, no te miento. Es lo que ha pasado.
—Mira, lo primero... tranquilízate y entra en tu casa que vas en calzoncillos. —La morena le pone una mano en el pecho al chico mientras camina hacia él para obligarle a retroceder.— De todas formas ya no vamos a llegar a clase a tiempo.

·

Después de una innecesariamente larga explicación y seis relecturas de la conversación con turntechGodhead, Jade sigue sin dar su brazo a torcer. Simplemente está siendo realista, y John lo sabe, pero aun así se ha enfurruñado y enrollado en la manta que antes atrapaba su pie celosamente.

—No tiene sentido que te enfades. —le repite su amiga, que se ha hecho un vaso de cacao con leche de soja y se lo está tomando tranquilamente en la barra americana de la cocina.— No te enfadaste cuando se me fue volando aquel trozo de cartón con Dave impreso a tamaño real ¡y te enfadas por esto!
—Es que lo del trozo de cartón volando fue gracioso. —refunfuña el chico, pero luego se le escapa una risa.— Casi te atropella una bici...
—Agh, no me lo recuerdes. —Rueda los ojos y da un sorbo a la taza.— Pero no sé qué quieres que te diga, John. Hemos tenido muchas veces esta conversación.
—Ya lo sé pero esta vez es diferente.
—No, no lo es, te ha bloqueado. Siempre te bloquean.
—Ya pero... no. —El moreno se queda callado un momento ante la mirada indiferente de su amiga y luego bufa.— Vale, VALE, es cierto. Siempre acaba así pero me ha hecho una amenaza antes.
—¿Y qué? Igual solo te llena el ordenador de troyanos y luego cuelga esas fotos ridículas que te haces en gayumbos delante del espejo del baño. —John estrecha los ojos y Jade alza las manos.— Créeme, yo tenía menos ganas de ver esas fotos que tú de que yo las viera.
—Bueno, EL CASO es que... —El móvil de la chica suena y mientras ella lo saca de su mochila para mirarlo John pone una cara de arrepentimiento profundo.— Noooo... antes he tirado mi móvil por la ira.
—¿En serio has hecho algo tan increíblemente estúpido? —Él responde con un gemido mientras se agacha y busca debajo de la mesita baja del salón.— No te creas, no estoy sorprendida. En realidad, lo supuse cuando me enseñaste la conversación de Pester desde tu ordenador en vez de usar tu móvil.

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