Realidad: Markson I

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Si hay algo que describiría a Jackson Wang mientras admiraba a su novio, en esa noche tranquila y libre de itinerario, sería bastardo enamorado... y necesitado de atención. Porque no, señores y señoras, pervertidas y BamBam, el Markson no estaba cogiendo como conejos en esa habitación. Bueno fuera diría el chino, pero para la decepción de este y la suya Mark ni siquiera lo estaba mirando. El estadounidense está enfrascado en ese juego que había descubierto esa semana (uno de gatitos, por cierto), acostado de lado con su celular entre sus manos y una gigante garrapata china apretujándolo en un abrazo constrictor desde su espalda y su cabeza acomodada en su cuello. Fue hasta que el constante aliento caliente de su novio contra su nuca le provoco cosquillas, que decide hablar.

—Gaga, no me apachurres tanto —menciona, esperando por la reacción exagerada propia de Jackson con una sonrisa.

—¡Qué no te apachurre tanto! ¡Yo sólo quiero! No, necesito ¡amor, comprensión y ternura! —exclama mientras se separa lo suficiente para dejar a su Markie Pooh girarse entre sus brazos.

—¡Oh, rayos! Le gusto a la loca —le dice con esa pequeña y tímida sonrisa suya, para después darle un corto, demasiado corto si le preguntas al chino, beso en los labios ajenos— Te amo, Gaga.

—Te amo, Mark Yien Tuan. Y ahora, mis mimos.

Y lo único que hicieron, como los bobos enamorados que eran, fue darse besos, abrazos y un par de risas tímidas mientras hacían una maratón de Disney en el celular del mayor.


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