Tristesa

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Tu pasado! ¡ Tú tienes un Pasado también! Un Pasado repleto de dichas y de penas...

¡Oh, y decir que tus bellas pupilas están llenas de antiguas alegrías, de tristeza y placer, de inmensas sombras pardas, de nubecillas leves, donde yo nunca he estado, donde no se me ve!

Dime otra vez nas cosas que me has dicho cien veces.

Tus recuerdos, querida, que aun no bien me los sé.

¡Ah, qué oscuro misterio se esconde en tu mirada!

¿Es verdad, pues, que un día de un lejano tiempo danzabas por la lumbre del sol aureolada, con tus sueltos cabellos mecidos por el viento, como en estos antiguos clichés? ¿Es cierto? Dí...

¿Es cierto? ¿Has sido así:

como en este retrato donde no estás bonita?

Explícame. En aquel tiempo ¿qué hacías?

¿En qué pensabas? ¿Qué decías?

¿Qué soñaba tu cabecita?

¿Existió realmente este jardín? 

¿De qué lado estaba la veranda?

¡Es tan difícil concebir que demás esta fea muchacha!

Y este sombrero absurdo no pudo ser tuyo... ¡Ah! ¿Estás segura?

¿Y estas ridículas figuras te han conocido antes que yo? 

¿Debes a estas gentes el primer viaje,

la primera noche en un vagón,

la primera excursión,

la primera playa, y el primer paisaje?

¿Ellos te ofrecían su mano o su brazo,  si ibas fatigada? ¿Ellos señalaban para ti el espacio:

«¡Mira,  mira allí!»? 

¡Ay,  por qué esta gente no me dejó,  amada,  tal labor a mí!

¡Me habría gustado tanto llevarte lejos, lejos, a ti sola, inventando bellos itinerarios!

Te hubiera revelado crepúsculos y estíos, y el gusto de los largos caminos solitarios, y el nombre de los pueblos en el valle escondidos.

Te hubiera presentado la Tierra toda, amada.

Y, si acertaba a hacerlo, me sentiría Feliz.

Quizás de tantos lindos horizontes, de tantas montañas, de las múltiples gracias del pais, surgiese alguna gloria galana para el guía...

¿Qué saben esas gentes,

gentil pequeña mia,

lo que inconscientemente

me sustraían de ti?

Pero aquello ha pasado y es ya lo irreparable.

¡Y ver aquellos rostros

De un aire tan vulgar y poco amable!

Si la querella asoma frecuente entre nosotros, sólo es por culpa de ellos, por culpa de ellos, sí, que pretextando, aleves, descanso o vacaciones, te llevaran entonces consigo aquí y allí...

y han dejado su impronta sobre tus emociones, antes que yo, en aquellos antipáticos días.

¡Oh, no hablemos más de ellos! Ten las fotografías.


Tú y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora