Prólogo

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Gimo. Él continua empujando, más fuerte y profundo con cada embestida. Me cuelgo de su cuello y afianzo el agarre de mis piernas en sus caderas, no paso mis manos por su cabello, aunque me este muriendo por hacerlo. Él gruñe, muerde mi cuello y azota mi culo, jadeo ante la mezcla tan turbadora del dolor y el placer, juntos.

Los azotes fuertes, las embestidas penetrantes, el calor asfixiante que emanan nuestros cuerpos, todo eso reunido, en él. Fuerte, intenso, agobiante. Miro su rostro, algunas gotas de sudor bajan por su cien, sus ojos están dilatados, convirtiéndolos en negros, las mejillas sonrosadas y los labios entreabiertos, su aliento me pega en el cara. Mi entrepierna comienza a tensarse, mis piernas también, siento que algo comienza a crecer en mi vientre, gimo con fuerza.

—¿Quieres que te haga correr?—gruñe.

—¡Sí!—chillo.

Una sonrisa maliciosa comienza a formarse en su rostro, sus caderas bajan a una velocidad desesperante, lo miro enojada. Él me sonríe divertido, agarra mis manos de su cuello y las estampa en la pared detrás de mi, jadeo. Se lame el labio inferior con mucha lentitud, acerca su rostro hacia el mío, cuando creo que es para besarme, cambia de opinión, se dirige al lóbulo de mi oreja. Lo atrapa entre sus dientes, tira de él, arqueo mi espalda en respuesta.

Por favor.—gimo.

No, no.—dice.—La única culpable de esto, eres tú.

Resoplo, frustrada.

—Quería saber de ti.—gimoteo.

Se separa un poco, todavía siguiendo dentro de mí, me mira con el ceño fruncido. Trago saliva.

—Sólo.—embestida.—Sexo.—gruñe empujando, todo mi interior vuelve a tensarse nuevamente.

—Si quieres venirte, tendrás que repetir eso.—dice con voz seca.

—S-sólo...—otra acometida.—¡Ah!

—¡Repite las palabras!

—¡Sexo!—grito, más embestidas, oh, dios mio.—¡Sólo sexo!

Gruñe, se lanza sobre mi, devora mis labios con mucho fervor e impaciencia. Mete su lengua en el interior de mi boca, la entrelaza con la mía, cada roce, accionan miles de sentimientos en mi; deseo, lujuria, pasión, anhelo, y otro más, que no se descifrar aún. Golpea mis nalgas con sus manos, luego las aprieta con posesión, se entierra más en mí, de ser posible. Tiemblo, mi respiración se agita cada vez más.

—Dilo otra vez.—murmura.

Lo miro, él me mira, sus ojos se conectan con los míos, negros y zafiros, aprieta su mandíbula, muerdo mi labio inferior. Un intenso deseo y algo más es lo que hay en ellos. Lo miro intrigada. Entreabro mi boca cuando las acometidas son demasiado fuertes y acentuadas para acallar mis gritos, mi vision se oscurece por unos segundos, mientras me vengo con un alarido de placer, un regocijo recorre mi cuerpo entero, relajándome, trasportándome a un lugar desconocido.

—Esto es lo que siempre seremos.—dice él, jadeante.—Sexo, y nada más.

Mientras me recupero de uno de los tantos delirantes orgasmos que me dió, esa esperanza en mi interior se desvanece en el viento. Asiento, con el corazón roto.

Non GrataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora