El jueves por la tarde se desato una feroz tormenta. Llego a Fairmount, el vecindario donde había crecido, en medio de un concierto de truenos y relámpagos. Sus padres la recibieron con los brazos abiertos, felices de tenerla en casa aunque solo fuese por un par de días. Aun así, Oriana noto el semblante melancólico de su madre. Osvaldo Sabatini, en cambio, parecía más sereno y no dejaba de abrazarla y decirle cuanto la había extrañado.
-¡Papá, no exageres! Me viste la semana pasada –dijo Oriana en cuanto su padre la soltó.
-No es lo mismo, pequeña –Ova estaba a punto de emocionarse y antes de que eso sucediera, Oriana pregunto que había de cena.
-Tu padre pensaba en hacerte un asadito, pero con esta tormenta es imposible –adujo Cathy sentándose en el sofá para continuar con su bordado-. Si te parece bien podemos preparar costillitas de cerdo con chauchas y salsa de ciruelas –sugirió sin levantar la vista de su labor.
A Oriana se le hizo agua en la boca; hacía mucho tiempo que no disfrutaba de una comida decente y suculenta. Aquella era, sin duda, una de las desventajas de vivir sola: apenas pisaba la cocina de su casa, solamente lo estricto y necesario. Además, tenía que reconocerlo, era una pésima cocinera, virtud que no había heredado de su madre. Su dieta consistía en ensaladas, alimentos enlatados y mucha comida basura.
Una hora más tarde, su padre había conseguido meterla dentro de la cocina.
-Papá, mi coche hace un ruido extraño, ¿podrías echarle un vistazo? –comentó Oriana mientras pelaba con paciencia las chauchas.
Ova frunció el ceño. Era gracioso verlo vestido con su delantal de cocinero favorito. Media fácilmente más de un metro noventa y apenas le llegaba a las caderas; aun así Oriana pensó que lucía adorable.
-¿Manejaste hasta acá bajo semejante tormenta sabiendo que el coche tiene algun fallo?
Oriana sabía que había sido una insensatez de su parte, pero no pensaba que fuera nada serio. Claro que ella sabía de mecánica lo mismo que de cocina.
-Fui imprudente, lo sé –reconoció.
-Lo mejor sería que lo viera un experto. ¿Por qué no lo llevás al taller de Oscar Serrano? No podes conducir de vuelta a Harlow sin saber qué es lo que tiene.
Oriana estuvo de acuerdo con él. Echo un vistazo al exterior y descubrió complacida que la tormenta había amainado.
-¿Te parece que a mamá le molestará si abandono las chauchas? –pregunto Oriana a su padre dejando el bol dentro de la pileta de lavar. Cathy continuaba en la sala trabajando en su bordado. Aquella simple actividad le ayudaba a relajarse y desde la muerte de Tiziana le había servido de terapia.
-No te preocupes por ella, yo termino con las chauchas. Lo importante es que soluciones lo del coche –se acerco a su hija y le dio un beso en la frente-. Podrías pasar por el mercado de camino al taller y comprar un poco de helado.
Oriana asintió.
Salió a la calle y la recibió una brisa fresca: estaba anocheciendo y tenía que apurarse, no quería encontrar el taller de Oscar Serrano cerrado. Se subió y encendió el motor. Todo parecía ir bien pero cuando arranco aquel molesto ruido comenzó de nuevo. Decidió que era más seguro ir al taller primero. Después de todo solo estaba a un par de calles.
En unos pocos minutos llego a destino. Se estaciono frente a la propiedad y sonrió cuando vio que estaba abierto. Era la primera vez que ponía un pie en el taller de Oscar. Había pasado cientos de veces por aquella calle cuando era una niña, sola o en compañía de Tiziana, pero jamás había entrado. Ni siquiera cuando Julián era el novio de Jenny Martínez.
Bajo del auto y camino hacia la entrada, donde estaba estacionada una desvencijada camioneta con el capó levantado. Se quedo allí parada esperando que alguien viniera a atenderla. Entonces escucho una voz profunda y aterciopelada que entonaba el estribillo de una vieja canción. Oriana rodeó la camioneta y vio unas piernas largas enfundadas en unos gastados pantalones de jean que se asomaban por debajo.
-¿Disculpe, podría atenderme?
El hombre dejo de cantar y con un rápido movimiento se deslizo hasta que su anatomía salió debajo de la camioneta.
Oriana tuvo que retroceder unos pasos cuando él se puso de pie de repente.
Ahora podía ponerle un rostro a aquella voz grave. Estaba cubierto de grasa y transpirado, pero Oriana pudo distinguir unos ojos de un color marrón intenso, coronados por unas espesas y largas pestañas. Una mandíbula fuerte ensombrecida por una barba de días y una nariz recta y afilada.
-¿Se… se encuentra el señor Serrano?
-Estás parada justo frente a él, querida.
Perdón por no subir todos estos días! Paso muuucho tiempo desde el capitulo anterior y encerio lo siento. No pude subir porque tenía un examen importante y tenía que estudiar. Voy a tratar de subir más seguido. Este capítulo se lo dedico a Sofí pos porque es mi pequeña saltamontes (?
Nada, las amo, voten y comenten o un pandicornio las va a violar :3
¡PAZ, CHOCOLATE Y NUTELLA!