Capitulo 2

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Cuatro años después.

El ruidoso e intermitente pitido del despertador obligo a Oriana Sabatini a abrir sus ojos aquella mañana. Se desperezo lentamente debajo de las sabanas y de un manotazo apago la alarma del reloj. Observo el desorden de su habitación mientras se incorporaba y emitía un sonoro bostezo. Había llegado tardísimo la noche anterior, tras asistir a una reunión en la cadena de televisión para la cual trabajaba. La KTVC había presentado oficialmente la temporada estival y Peter Lanzani, el gerente general, no tuvo mejor idea que tirar la casa por la ventana para celebrarlo. Habían asistido casi todos, desde los conductores y periodistas estrellas hasta el personal técnico. Ella, como la presentadora del tiempo informativo del mediodía, entraba en una categoría intermedia. Era querida y respetada dentro de la cadena, pero Oriana no quería ser eternamente la chica del tiempo. Su sueño era tener su propio programa y esperaba cumplirlo pronto. Para eso había estudiado periodismo y se había graduado con honores.

Haciendo un gran esfuerzo puso un pie fuera de la cama; le dolía horrores la cabeza y necesitaba con urgencia un café bien cargado para aplacar la resaca. Tenía que recordar no beber más de lo permitido la próxima vez. Se puso una bata encima del pijama y camino hacia la ventana arrastrando los pies.

El día había amanecido soleado y auguraba otra jornada calurosa; como presentadora del tiempo había ganado cierta experiencia en el tema y podía presagiar si se aproximaba una tormenta o haría un calor que derritiese la tierra. Llevaba cuatro años haciéndolo, y no es que estuviera harta, pero esperaba poder caminar pronto el rumbo de su vida.

Tras echar un último vistazo a la calle, se dirigió a la cocina y puso la cafetera en el fuego. Se le revolvía el estomago pero necesitaba ingerir algo solido (callen a sus mentes pervertidas), así que unto un par de tostadas con mermelada de frutilla mientras esperaba que el café estuviera listo. Sus ojos, de un intenso color verde con tonos miel, se posaron distraídamente sobre el calendario que colgaba de una de las paredes de la cocina.

Era otra vez esa época del año que prefería olvidar. Faltaban apenas tres días para que se cumpliera un aniversario mas de la muerte de su hermana y aun le dolía demasiado. Tiziana y ella siempre habían tenido una conexión especial, y no se debía solo al hecho de ser gemelas. Desde pequeñas habían mantenido una relación simbiótica: podían entenderse con solo una mirada y muchas veces las palabras estaban de más. Hubiese querido que Tiziana le contase la verdad para al menos poder ayudarla, pero cuando decidió hacerlo… fue demasiado tarde. Aun tenia grabada en su mente la expresión de horror en el rostro de su madre cuando encontró a Tiziana colgando de una de las vigas de la cochera, Tampoco había podido arrancarse de la memoria el rostro hinchado de su hermana y el vacio de sus ojos, tan verdes como los suyos.

El dolor desgarrador había dado paso rápidamente a la perplejidad; nadie podía sospechar que se escondía tras la terrible decisión que había tomado Tiziana Sabatini.

Era cierto que de repente se había vuelto extraña y retraída, pero tanto ella como sus padres habían pensado que se debía a la trágica desaparición de su amiga Jenny Martínez.  La muchacha había salido de su casa una fría noche de febrero y nunca más se supo de ella. El hecho, sin duda, había calado hondo en Tiziana; no obstante, la verdad de la extraña desaparición de Jenny y de su suicidio dejo estupefactos a todos en Entre Ríos.

Tiziana había dejado una carta de despedida y en ella confesaba que había sucedido con Jenny Martínez cuatro meses antes. Oriana había tenido la mala suerte de ser quien encontró la carta debajo de la almohada de su cama, y cuando la leyó pudo por fin comprender el peso que cargaba su hermana sobre su conciencia.

Si cerraba los ojos, aun podía recordar cada una de las palabras que había escrito Tiziana en aquel arrugado papel.               

No puedo soportarlo más… la culpa es demasiado agobiante. Jenny está muerta. Lo está desde la noche de su desaparición. Todo fue un terrible accidente. No queríamos hacerle daño, solo darle un susto, pero la situación se nos fue de las manos y Jenny se ahogo en el rio Willamette. Teníamos miedo y por eso guardamos silencio. Pido perdón a sus padres por causar la muerte de su hija y pido perdón a mi familia por lo que voy  a hacer. Ya no puedo continuar… ya no.

Novela Orian - Susurros del mas alláDonde viven las historias. Descúbrelo ahora