4: soledad

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Kian

Idiota. Así me sentía. Un completo idiota.

Grité tratando de llamar la atención de los antropófagos, tal como Nate lo había hecho. Sin embargo habían dos diferencias, la primera es que llevaba corriendo todo el día, y la segunda es que la entrada del pabellón estaba formando un cuello de botella con aquellos monstruos.

Mis ganas de continuar venían de estar con mi mejor amiga, eso me impulsaba a seguir, a pesar de que mi cuerpo no pudiera continuar. Mi garganta sabía a sangre, mis piernas se sentían como gelatina, al igual que mis brazos ya no querían sujetar el peso del martillo. Mi vista comenzaba a nublarse, y aquellos monstruos comenzaban a alcanzarme. Sentía sus brazos comenzando a rasgar mi ropa en ciertos lugares, aun que la fantástica idea de Kate con las revistas, y cartones por suerte evitaba que llegaran más lejos.

Este era el momento de mi muerte, por eso no podía dejar de pensar en lo idiota que era, y había sido. Quizás si le hubiera hecho caso a Kate con tener un plan, o haber decidido simplemente escapar, en vez de buscar repuestas que no me servirán de nada, no estaría apunto de ser devorado.

Entonces paso algo que no me esperaba, escuche un grito que venía del otro pasillo, sin embargo no pude escucharlo por mucho tiempo. Sabia que era de Kate pero no quería pensar en la posibilidad de que no haya sido intencional.

Los muertos que venían más lejos comenzaron a alejarse hacía la otra dirección, aún que los de al frente apenas le pusieron atención, supongo que lo que tenían al frente era más tentador. El lado bueno de que el flujo disminuyera es que por lo menos podría esconderme, y tener más seguridad de que aguantaría.

Mi vista busco la primera puerta sin importarme de lo que era. Corrí cerrándola detrás de mi. El problema es que ahora no había nadie que me ayudara a cerrarla, así que solo podía concentrarme en que se mantuviera así.

Entonces escuche un gruñido, y una respiración detrás de mi espalda. Un muerto me tomo de los hombros, para morderme en el cuello. Era soltar la puerta, y abrirle el paso a un buen grupo de los que me habían seguido y morir, o no soltar la puerta y morir rápido.

Preferí la primera opción, al menos así tendría más posibilidades. El evitar la mordedura en el cuello hizo que me cayera hacía atrás, en especial porque ya no tenía las mismas fuerzas para pelear.

Lo tome de los brazos empujándolo hacia atrás, pero su cabeza se seguía inclinando hacia mí cuello. Mi martillo se había deslizado hasta el mesón donde no podía alcanzarlo, y la puerta se abría dejando pasar a algunos de los monstruos que me seguían. Gracias a dios no eran muy inteligentes, por lo que se atascaban a momentos en la puerta evitando la entrada de más.

El peso del segundo antropófago, cayó sobre el primero, acercándolo aun más a mi cuello. Tenía que pensar rápido. Uno más y no podría aguantar el peso. Entonces recordé el cuchillo que me había dado Nate, lo había guardado en el bolsillo de mis jeans cuando entré en el departamento de Webber, lo sentí comenzando a punzarme en la pierna. El problema es que tendría que sujetar a ambos muertos con una mano para poder alcanzarlo.

Entonces vi a un tercer muerto acercándose, no tendría tiempo para hacer lo que había pensado. Tendría que moverme rápido para evitar que me mordiera. De la manera más rápida que pude pensar, empuje a ambos cuerpos que me aplastaban hacia la izquierda, donde se encontraba la puerta, arriesgándome a que me mordieran mientras intentaba pararme. Sin embargo logré hacerlo con agilidad, y tomar el cuchillo justo para cuando el tercer antropófago trataba de morderme.

sangre fria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora