Capítulo 1.

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Había una palabra que describía como me sentía en aquél instante: Aburrida.

La fiesta estaba a todo volumen. Montones de personas—que en su mayoría no conocía — chocaban y bailaban frenéticamente un canción que se escuchaba como una licuadora incendiándose. Esa fiesta era una farsa. Y pensar que me puse aquél vestido que me apretaba tanto la cintura. "La belleza cuesta" decía mi madre, quien llevaba 20 años pintándose el cabello del mismo color. A una mesa de donde me encontraba sentada, Taylorme veía con su pervertida mirada.

—¿Qué ves cabrón?—respondí sin darme cuenta.

Se carcajeó tan fuerte que las personas de su mesa lo miraban con cara de curiosidad.

—Vamos, Cindey,  ve a pedir dos vampiros, uno para mí, y otro para cuando me acabé ese.

"No soy la mesera" pensé. Pero ya me encaminaba a la barra a pedirlos. Estaba tan aburrida que podría comenzar una guerra de copas con tal de quitarme aquél sentimiento.

—Dame dos vampiros, no tan cargados, por favor.

Mis manos sudaban por el miedo a que me pidiera la credencial. Me las pasé por el dobladillo del vestido. "Vamos,mierda".

Se los llevamos a su mesa.—respondió como si nada.

Asentí y me coloqué en la silla que no estaba tan acolchada. A los lejos veía a Thiara bailando como loca en la pista, Thiara. Mi casi mejor amiga. Si no hubiera sido por aquella pelea que habíamos tenido algunos meses antes. No nos hablamos en más de tres meses.

Las olas de su vestido rojo se alborotaban al ritmo de sus movimientos. Como una sirena al son de las olas.

El mesero llegó tambaleándose... como esperando no derramar el líquido rojo que venía dentro. vampiros. Sobre la orilla de los  vasos se esbozaba una ligera capa de sal, y una rodaja de naranja se clavaba ahí mismo.

   Taylor apareció por detrás, con una silla para colocarla junto a mí, mientras me inspeccionaba burlón.

   Puse los ojos en blanco.

— Carajo, Cindey.— dijo.

— ¿qué quieres?

—Nada.— profirió y volvió a hablar— Sólo que noté que miras esos vasos como si fueran las nalgas de un chico demasiado nalgón.

   No dije nada. Muchas veces las palabras de Taylor hacían que me meara de la risa. Pero en aquellas circunstancias, cuando estás demasiado aburrida, ni eso te quita esa sensación.

   Taylor alargó el brazo y tomó el primer vampiro. Su garganta subía y bajaba. Yo nunca había tomado una sola gota de alcohol... ni siquiera un brindis.

   Pero mi mente afloró curiosidad.

— ¿Taylor?— pregunté algo avergonzada.

—¿Qué?— habló con la boca llena de hielos.

—¿Puedo... tomar ese vampiro?

Sus ojos se fijaron en mí. Como cuando enfocas una cámara fotográfica para la imagen perfecta. Luego esbozó una sonrisa, mostrando sus dientes rojos.

—Claro... y luego podemos robar un coche, irnos a Las Vegas y perder nuestra virginidad con ancianos.

  Mis mejillas se encendieron. A veces la rabia me llegaba... sobre todo cuando las personas no tomaban nada en serio.

—¡No soy una niña!— chillé. Acto seguido alcancé el vampiro y tomé el tallo de la copa entre el dedo índice y medio. Y lo bebí.
El líquido era salado... pero transmitía un sabor fuerte... como veneno. Delicioso y amargo veneno.

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