—Te va a pegar muy fuerte—manifestó Taylor.—Tenías que disolverla poco a poco en tu boca.
Sentí los párpados pesados. Segundos después, la música electrónica entraba por mis oídos, sentía que podía escuchar cada uno de los sonidos. Uno por uno.
—...Llevemos a casa...¿Cindey?¿Me estás escuchando maldita tóxicomana?
Durante un minuto, Taylor no dijo nada. Su rostro comenzó a alargarse, com uno de esos cuadros de "El Grito" de Edvard Munch.
—Taylor...¿te encuentras bien— pronuncié cabreada, mientras tocaba hasta el último centímetro de su rostro.
Respiró hondo. Sus habituales ojos oscuros se tornaban grises, y luego verdes...y al final, totalmente blancos.
Pegué un grito. "Por todos los cielos" mis pensamientos se escuchaban como en una de esas pesadillas, en las que vas corriendo hacía algo y entre más lo haces, más se aleja.
—Suficiente. Te llevaré a tu casa.— se notaba tenso, me agarró de un hombro, y posó mi brazo por detrás de su cabeza. Si había algo que me caía bien de él, era su compañerismo.
Salimos por la puerta principal, el vigilante nos mantuvo la mirada. Luego sus caninos se salieron por debajo del labio inferior. Y me lanzó una sonrisa diabólica.
Cerré los ojos. Algo que recuerdo fue, que, las drogas no te hacían perder la noción del tiempo, sabía que pasaba de las 3 de la mañana, y que mis padres me dejaban un límite hasta las 4:00 a.m, aquél antro quedaba bastante lejos, treinta minutos en auto desde mi casa.
Llegamos al auto de la madre de Taylor. Su madre era una mujer de esas que están obesas y pequeñas, pero muy carismáticas-y que le prestaban el auto a los hijos-pero no me molestaba, ni me daba envidia, porque no yo no sabía manejar. Su auto era un Pontiac 2005, ya no se veía tan nuevo, pero Taylor se encargaba de la pintura roja que lo cubría se viera reluciente. Sobre todo en una noche como aquella. "Noche de coctel" la habíamos bautizado así seis meses antes, 13 fiestas antes.
Abrió la puerta y me senté en el asiento copiloto. Cada vez me aturdía más. Casi me daban arcadas. Taylor entró y metió la llave en la hendidura. El auto se sacudió, avisando que el auto estaba encendido. Me acomodé el vestido. llevaba un vestido azul, que se ondulaba por la parte de abajo, el cierre se aplastaba entre mis homoplatos, me desabroché la mitad, dejando ver una parte de mi brassier. Taylor lanzó una mirada incómoda.
—¿te molesta si pongo algo de música?— su voz tenía un tono de ansiedad.
Contesté"no" con la cabeza. Abrió la guantera y escogió un disco. Era Light Me Up de "The Pretty Reckless". La portada mostraba a Taylor Momsen de pequeña, con una chamarra de cuero negra, con un encendedor en la mano. Los gustos musicales de Taylor eran parecidos a los míos,
En el estéreo sonó "Make Me Wanna Die", el principio de la canción me gustaba porque se escuchaba suave, y luego cambiaba a más pesado. Intenté calmarme. Por un minuto, casi me olvidé de respirar, sofocándome. Tosí fuertemente, luego, cerré los ojos. Todo se sentía tan sereno.
Las llantas chillaron, Taylor lanzó una maldición. Todo fue tan rápido. Abrí los ojos de golpe, y una luz blanca me cegó por completo. Lo último que pude escuchar fue un estrepitoso choque... Y luego, nada.
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Make Me Wanna Die
Teen Fiction¿Ella? Una adolescente que piensa que todo es una mierda. ¿Él? Alguien que corre riesgos. ¿Ella lo quiere? Lo ama. ¿Él la quiere? Sí. Muerta.