Prólogo

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Desde que era pequeño, el padre de Paúl le inculcó en su educación que no debía tener miedo a nada. Cuando todos sus amigos saltaban desde el borde de la piscina, le animó a saltar desde el trampolín y, cuando por fin pensó que había vencido ese maldito trozo de aluminio, le animó a desafiar la gravedad subiendo su altura aún más.

—No importa lo que creas dominar, la vida siempre te pondrá otra prueba a la que enfrentarte —le decía—. No hay nada imposible, solo piensa.

A pesar del miedo a romperse las piernas, con el apoyo de su progenitor, saltó. Aquel primer salto podía haber sido superado por una rana reumática con un anca de menos... pero lo hizo. Y la cara de Joseph, como se llamaba su padre, fue la mayor de las recompensas.

Después de eso vieron vídeos, hablaron con profesionales y le hizo saltar un millón de veces más. Le obligó a repetir esa situación y a enfrentarse al miedo hasta que fue capaz de saltar desde una gran altura y pudo dominar la técnica de zambullirse.

La vez que le habló de Awanda Miller, un ángel de pelo rubio y una voz aterciopelada que iba a su clase, le enseñó que frases decir y que frases evitar. Si... es cierto que cometió errores y lo de Awanda salió de la peor forma posible, tortazo y burlas incluido, pero aquella misma tarde se sentó en la terraza con su padre con el corazón roto y dos Sprites bien frías en la mano. A los pocos minutos las lágrimas eran debido a lo mucho que se estaban riendo.

Le enseñó que un por favor y un gracias abren más puertas que los insultos y las amenazas, que a las mujeres había que respetarlas como las personas que eran y que todos tenían derechos, incluso el derecho a estar equivocados, y obligaciones, aunque de esto último se olvidaba casi todo el mundo le explicó.

El día que se le escapó una palabrota delante suyo, le pidió que le indicara que significaba. Luego le pidió que dijese tres formas distintas de expresar lo mismo sin ofender a nadie. Tras eso, hicieron una competición de palabras malsonantes.

Su padre le ayudó, le consoló y le retó. Si bien Paúl amaba a su madre con locura, era con Joseph con quién tenía esa conexión especial. Le quería. Era su héroe, su Dios, era perfecto...

...Se lo demostró cuando le compró un portátil sin motivo aparente y faltó al trabajo tres días seguidos para quedarse jugando juegos en línea con él. Esos eran sus recuerdos más queridos, las horas que pasaron en batallas épicas con la amenaza constante de su madre de dejarlos sin cenar a los dos.

Era alguien excepcional. El mejor padre del mundo.

Por eso no entendía lo que ocurría a su alrededor. Todo le daba vueltas. La sensación de mareo acrecentaba el dolor que le estaba causando a medida que, una y otra vez, le cortaba con el bisturí.

—Todo estará bien —comentó su progenitor, su mejor amigo, como una letanía que no podía parar de repetir—. Pronto dejará de dolerte. Tranquilo, confía en mí...

Una nueva incisión le impidió asimilar que estaba diciendo. Los ojos del hombre estaban llenos de lágrimas, pero no por ello se detuvo. Y él... él solo quería entender por qué su cuerpo le pesaba tanto.

—Todo estará bien... —insistía Joseph, como si necesitase creérselo él mismo también—. Por favor, no llores, no grites o descubrirán lo que te estoy haciendo... Pronto estarás en un lugar mejor.

Paúl se mordió la lengua. Tenía que hacerle caso. Su mente le chillaba desde más allá del shock que si gritaba quizás... Pero no podía. No debía. Era un buen padre y deseaba lo mejor para sus hijos.

Así que se mordió la lengua y dejó que siguiera cortándole sin protestar. Ni siquiera dejó escapar los argumentos que vinieron a su mente para decirle que le daba miedo lanzarse a esa oscuridad que estaba abriendo sus brazos para recibirle. Tampoco le dejó saber lo mucho que necesitaba su mano, en estos instantes, para sentir seguridad. Solo se quedó allí, amando la vida y recordando buenos momentos, mientras sentía como todo a su alrededor se volvía confuso.

"Tranquilo"

Si cualquier otra persona le hubiese dicho lo mismo, habría dudado. Habría tenido miedo de lo que estaba por acontecer. Habría gritado, incluso sin fuerzas. Pero aquel hombre ensangrentado que susurraba chillando como si estuviese loco era su padre, su héroe... así que dejó de luchar y se dejó arrastrar a ese lugar mejor.

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Buenas, hace tiempo que no subía nada... pero esta historia se negaba a desaparecer de mi mente. Una y otra vez volví a ella degustándola y disfrutándola según iba creciendo y pensé... "Que demonios... la voy a subir" Y aquí está.

Espero que la disfrutéis. 

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Y que siempre que queráis tenéis un abrazo de parte de Gael :-)

Cuando el juego acabeWhere stories live. Discover now