Tómate el día

4.9K 502 114
                                    

—¿Y bien? ¿Ya me dejarás ir?

El país de las 50 estrellas mantenía una expresión de "ligero" fastidio; desde la mañana estaba siendo retenido por su novio, quién rutandamente se negaba a dejarlo levantarse de la cama.

—Tómate el día —aconsejó despreocupado, riendo un poco ante el gruñido que el otro le daba —, anda, ¿Ya cuánto tiempo tiene que no hemos podido tener un momento a solas?

—Mucho, y sin embargo prefieres esto a tener sexo. Me sorprendes—habló indignado Estados Unidos, haciendo reír nuevamente a Rusia, quién cómodamente mantenía apoyada su cabeza sobre el estómago del norteamericano.

—¿Qué te puedo decir? También tengo mi lado romántico —se encogió ligeramente de hombros pero sin cambiar la posición, incluso subiendo una de sus manos hacia la barriguita del de lentes de sol para acariciarla con mimo. Le encantaba poder disfrutar de la "esponjosidad" que en ocasiones su pareja adquiría en esa zona de su cuerpo.

—¿Lo tienes? —USA, juguetón tiró de una de las mejillas de Rusia, cediendo por fin al capricho de su novio.

—¿Lo dudas? —muy a su pesar, el eslavo tuvo que abandonar la tibia "almohada" sólo para alzar el rostro y encarar al otro, encontrándose con esa sonrisa que destilaba superioridad y burla —, ahora te enseñaré.

No dio tiempo a que el otro reaccionara, sólo tomó los bordes de la camisa ajena para alzarla y descubrir ese abultado abdomen.

—¡Oye! ¡¿Qué ha... ! —no terminó de hablar, sus propias carcajadas le habían interrumpido.

Rusia se había inclinado sobre él para pegar sus labios a su estómago y soplar con fuerza, causando en el más bajo una extraña y cosquillosa sensación que lo obligaba a reírse hasta patalear.

—¡Esto no es para nada romántico!

—Para mí sí —dio por concluida su tortura, no sin antes dejar un pequeño mordisco cercano al ombligo de ese quejumbroso norteamericano que no tardó en soltar un pequeño alarido —. Llorón —se burló, aproximándose a su rostro para robarle un suave beso.

—Idiota —contraatacó, enredando sus brazos en el cuello del eslavo para impedir que se alejara y así dejar una serie de cortos y ruidosos besos —. La próxima vez seré yo quien no te deje salir de la cama —advirtió, hablando aún entre los besos que con cariño le daba en los labios.

Nuestro ruso sonrió, complacido por el dulce y caprichoso trato de Estados Unidos.

—Será un placer.

Chubby! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora