1. Un libro de cuentos lleno de polvo

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Los personajes pertenecen a Sir Arthur Conan Doyle, pero la serie de televisión es cosa de Steven Moffat y Mark Gattis. Y por si acaso, C.S.I. Las Vegas fue creada por Anthony E. Zuiker, así que los créditos para él y los guionistas. Yo escribo esto sin ánimo de lucro.

1. Un libro de cuentos lleno de polvo

–Sherlock.

–...

–Sherlock.

–...

–¡Sherlock!

Sherlock parpadeó pesadamente un par de veces, antes de que su vista se enfocara en la persona que lo estaba llamando. Sabía con antelación que se trataba de John Watson, y suponía que iba a regañarle por alguna cosa.

Simplemente, porque siempre le daba motivos para ello aún sin pretenderlo.

Aunque le sorprendió que le despertara. Por lo poco dado que era él a dormir demasiado, John acostumbraba a respetarle el sueño. Como algo sagrado o necesario para el organismo. Así lo consideraba el doctor.

Pero entonces se fijó en todos los detalles. No le despertaba sin más. John le contemplaba con los ojos abiertos de par en par. Parecía escandalizado. Y sujetaba algo en alto, para beneficiar que Sherlock pudiera ver con claridad de qué se trataba.

Un libro de tapa verde oscura, con elegantes bordes dorados y letras de brillante escarlata.

Se incorporó ligeramente haciendo que la sábana se deslizara por su camisa hasta la cadera, y echó un vistazo a su alrededor. Estaba en su habitación, durmiendo en su propia cama. Eso también era muy raro.

Al igual que la intromisión de John, que, por lo general, nunca entraba en su dormitorio si no era para algo en extremo urgente. Y para ser francos, aquel libro no lo era para nada.

–¿Qué ocurre, John? –preguntó fingiéndose desorientado.

–No puedo creer que te llevaras este libro de la escena de un crimen—dijo moviendo el libro en el aire para dar más énfasis a su regaño.

–No era el escenario de un crimen, John. El asesinato fue en la sala de estar. El dormitorio del hijo de la víctima estaba cerrado a cal y canto, tanto la puerta como la ventana. Y sabemos perfectamente que el asesino entró por la puerta principal y salió por la misma. Así que no he hecho nada malo.

–Has robado un libro. Independientemente de que la habitación estuviera cerrada o no.

Los nudillos de John palidecieron por la fuerza que ejercía sobre la tapa del libro.

–Evidentemente, el hijo de la víctima ya no es un niño. Tanto por la edad de sus progenitores, como por el hecho de que había polvo por todas partes en aquel dormitorio. Incluso en el pomo de la puerta. El libro estaba bajo una gruesa capa de esas molestas partículas. No lo echará de menos.

–Eso da igual, Sherlock. ¡Es inútil razonar contigo!

Antes de abandonar la habitación a grandes zancadas, John, con un aspaviento, dejó caer el libro sobre el colchón, que se abrió por las páginas centrales, repletas de texto por un lado y con una colorida ilustración por el otro. Eran las típicas historietas con dibujos en un ejemplar para niños.

Sherlock lo ojeó fugazmente antes de cerrarlo con un golpe seco.

Se había leído por completo aquellas historias en menos de dos horas. Y cada vez que terminaba una, no podía evitar soltar un soplido de hastío. Porque todas y cada una le parecían ridículas paparruchas. Y la siguiente más que la anterior. Por lo que cuando llegó al final, fue un verdadero milagro que no lo destrozara a disparos.

Su alteza real, Sherlock Holmes (Sherlock Holmes x John Watson-Slash)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora