9. La cuarta coincidencia

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9. La cuarta coincidencia

–¡Anda! –con rapidez, se sentó para contemplar a todas aquellas personitas que le observaban a el. –Pero si sois hombrecitos, y mujercitas. Es un placer conocerles por fin, mi nombre es John—dijo amigable. –Siento haber irrumpido en vuestra casa así como así, pero me vi obligado por las circunstancias. Espero que no os moleste.

–Claro que no—dijo Lestrade, ganándose una mirada furiosa de Anderson.

–Estupendo. Mmm, ¿cómo os llamáis? Mejor dicho, ¿quién es quién?

–Yo soy Mycroft.

–Yo soy Martha, pero me llaman Hudson—de las mujercitas, era la de más edad, no le cabía duda.

–Mi nombre es Mo... Molly.

–Yo soy Donovan, pero si quieres, llámame Sally.

–Me llamo Greg Lestrade... Y estás durmiendo sobre mi cama.

–A ti no te importa quién soy yo.

–Bueno. Puesto que todos se han presentado, tú no puedes ser otro que Anderson—dijo John divertido por la actitud que tenía aquel hombrecito.

–Se llama Philip. Philip Anderson—aportó Mycroft a sabiendas de que eso molestaría a su amigo.

–¿Por qué no nos dices mejor qué haces tú aquí? –gruñó Anderson cruzándose de brazos.

–Llegué aquí huyendo de mi madrastra que quiere matarme—admitió John.

–¿Tu madrastra quiere matarte? –Martha y los demás abrieron mucho los ojos por la sorpresa.

–Pobrecito—dijo Molly.

–Mi madrastra la reina, siempre me ha odiado. Así que no tuve más remedio que huir.

–¿La reina? ¿Eres el príncipe? –Mycroft intentó adecentarse el cabello, no contento con sus fachas.

–La reina es malvada—dijo Donovan.

–Es más que mala—siguió Lestrade.

–¡Es una bruja! –aclaró Anderson. –¡Y si te encuentra aquí, nos matará por tu culpa!

–Pero ella no sabe donde estoy—dijo John sin miedo.

–Esa lo sabe todo. Conoce la magia negra—continuó Philip.

–Entiendo que estéis preocupados, pero os juro que ella no sabe ni sabrá que estoy aquí. Si me dejan quedarme, los ayudaré mucho. Sé lavar, planchar, coser y cocinar.

–¿Cocinar? –preguntaron todos a la vez. –¡Te quedas! –chilló la gran mayoría, salvo Anderson.

Resultó que lo que hervía en la olla era un puchero delicioso que los habitantes de la casa se comieron hasta que no quedó nada. Y después de cenar, las tres mujercitas y los dos hombrecitos, con excepción de Anderson, rodearon a John para que les contara alguna historia antes de irse a dormir.

–¿Qué queréis que os cuente? –preguntó sentado en una sillita, al tiempo que los demás se sentaban en el suelo formando un círculo a su alrededor.

–¿Estás enamorado, John? –preguntó Molly curiosa.

–Pues lo cierto... es que ayer precisamente conocí a alguien muy atractivo—admitió. –Siempre he pasado desapercibido, porque mi madrastra se ocupó de eso. Así que nunca he tenido amigos ni he conocido a demasiada gente. Sin embargo, ayer, un joven muy amable se acercó a hablar conmigo. Y al despedirse, me besó la mano—John se sonrojó de nuevo solo por recordarlo.

Su alteza real, Sherlock Holmes (Sherlock Holmes x John Watson-Slash)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora