4. Algo nuevo

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4. Algo nuevo

John empujó el gran portón y las bisagras chirriaron levemente. Dentro le recibió una alfombra mullida y un calor proveniente de alguna chimenea encendida, porque el olor a leña quemada le era familiar. Y por fin, se sintió plenamente a salvo.

El castillo por dentro parecía cuidado, a diferencia de como estaba por fuera. Así que el miedo inicial desapareció por completo.

–¿Hola? –se animó a preguntar generando eco. Al ver que nadie le contestaba, se aventuró a entrar más en aquel inmenso lugar, llegando hasta las amplias escaleras. –¿Hay alguien? Le pido perdón, pero el temporal hizo que me perdiera...y... ¿Hola?

No muy lejos de John, dos de los habitantes del castillo se habían quedado estáticos por la sorpresa ante la visión de un visitante inesperado. Hacía muchos meses que no veían a nadie más que a ellos mismos, porque en su nueva apariencia a causa de la maldición no podían abandonar las cuatro paredes que les rodeaban. Así que el ahora reloj y antiguo mayordomo de nombre Mycroft, y el candelabro al que llamaban Lestrade; se habían quedado boquiabiertos al ver al muchacho rubio.

–Es un chico... –dijo decepcionado Lestrade en voz baja.

–Ya sé que es un chico, no estoy ciego—dijo Mycroft, mientras ambos seguían los pasos de John por un pasillo.

–Debería ser una chica. Una chica de la que el amo se pudiera enamorar. Para una persona que viene en todo este tiempo... Él no podrá romper el hechizo.

–O puede que sí—apreció el reloj. –Su alteza nunca se fijó en nadie. Ninguna doncella era buena para él y tal vez hubiera una razón para ello.

–Nadie era bueno para él. Por eso estamos como estamos.

–Ya... Pero quizás, ahora que romper el hechizo es un incentivo... El príncipe podría ver en ese jovencito algo que le haga cambiar y...ya sabes, enamorarse.

–¿Quién hay ahí?

Una voz grave resonó por todas las paredes, deteniendo los pasos de John. Que sin saber porqué, se quedó en silencio.

–¿Quién es?

Siguió la voz.

–Me llamo John Watson, señor—John no sabía con quién hablaba, porque parecía estar en otra habitación. –Me he perdido y he terminado aquí. Si no es molestia, me gustaría pasar la noche... Si no le importa. Le pagaré si lo desea. Iba de camino a una casa para ayudar a una anciana...

Se quedó callado en cuanto vio la silueta al fondo del corredor. Alta y delgada. Con cierto aire aterrador. Se trataba de alguien cuyo rostro no podía ver por culpa de una capucha oscura que le tapaba gran parte de la cabeza.

–Usted perdone. Sé que no debí entrar como lo hice, pero la tormenta... ¿Es usted el dueño de este lugar?

–Lo soy—dijo la silueta cada vez más cerca. Andaba con lentitud, aunque parecía más bien que se deslizaba hacia el. Con una gracia antinatural.

–¿Y le molestaría que me quedara a pasar la noche?

La pregunta le salió con voz temblorosa, porque la figura de aquel misterioso hombre le imponía, y ya lo tenía demasiado cerca. Aún así, por la túnica, continuaba sin poder ver bien ninguna parte de su anatomía. Salvo los pies en unos zapatos oscuros y en apariencia, de buena calidad.

La silueta se situó justo enfrente de él, a pocos pasos, y parecía estar analizándole. Fuera quien fuera, estaba convencido de que se trataba de un hombre, por la voz grave, y a la vista saltaba que era al menos una cabeza más alto que él.

Su alteza real, Sherlock Holmes (Sherlock Holmes x John Watson-Slash)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora