Capítulo 2: ACOSTUMBRARSE

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Cuatro días más. Cuatro días atrapado en esa pesadilla. En la que intentaba constantemente, desesperadamente, despertar, pero que –sin importar lo mucho que se esforzara– nunca podía hacerlo. Estaba anclado a esa realidad y cada vez dudaba más de la vida que creía haber tenido. Todos decían que había enloquecido, incluso intentaron drogarlo para calmarlo así que ya no sabía en qué creer.

Krist se sentía angustiado y completamente solo. Empezaba a temer nunca poder salir de aquel sueño y, de a poco, comenzaba a adecuarse a ésa vida también, aunque lo odiase.

Ya no discutía con Singto ni con sus padres. Dejó de repetir que él era un actor, que tenía fans y que ésa vida no le pertenecía, no porque ya no lo creyera, sino por temor a que lo internaran en un neuropsiquiátrico. Sus padres y Singto habían estado buscando terapias alternativas para tratar su "condición mental" pero él sabía que no estaba loco, así que dejó de insistir antes de empeorar su vida, que ya demasiado mala era de por sí.

—¿Cómo te encuentras hoy, amor? —lo saluda Singto, entrando a la habitación. Krist lo observa y se prepara mentalmente para lo que pasará a continuación.

El mayor camina rodeando su cama y se inclina sobre él, depositado un beso sobre sus labios, acariciando muy suavemente un costado de su rostro.

Krist, al principio, se molestaba y se quitaba, pero últimamente ha dejado de hacerlo, como también de decirle groserías, porque cada vez que lo hace hiere mucho a su compañero y ni en ése universo ni en ningún otro puede ver a su casi hermano sufrir, mucho menos por su propia mano.

—Como siempre. ¿Cuando me darán el alta?—

—No lo sé, cariño. Imagino que en una semana. Apenas has dejado de alucinar, no creo que estés preparado para irte.—

—Ya estoy harto de este hospital. Quiero ir a casa.—

Singto le sonrió y se recostó a su lado, en el pequeño espacio que dejaba Krist, abrazando su abdomen y recostando su rostro sobre el pecho del menor. —También yo. Perdimos nuestra Luna de Miel en París por esa maldita viga... Éstas son las peores vacaciones que pudiera haber imaginado... —expresó con malestar. Luego, levantó un poco su torso y se aseguró de que Krist lo estuviera viendo antes de continuar. —Pero estás vivo y estoy enormemente agradecido por eso. Mi vida hubiera terminado si hubieras muerto.—

«La diferencia entre él y yo, es que mi vida definitivamente acabó con el accidente.»

—Qué cursi... No exageres.—

—Lo digo muy en serio. No tienes idea de cuánto te amo.—

—¿Ah sí? ¿Cuánto? —preguntó él, sólo con la intención de conversar.

—Mmm.... —Singto adoptó una pose pensativa. —Como de aquí al sol.—

Krist lanzó una fuerte carcajada al aire, en clara señal de burla y Singto frunció el ceño molesto, no comprendía qué le causaba tanta gracia. —Que tontería, no puedes medir el amor en distancia. Tendrías que haber dicho "te amo como al chocolate", o "como la fotografía", algo que yo sepa que amas mucho. —el moreno analizó sus palabras por un momento y ensanchó sus ojos cuando notó que tenía razón, asintiendo levemente.

—Mmm, en ese caso... Te amo como los amaneceres. —expresó Singto con una gran sonrisa sobre sus labios, casi orgulloso de admitirlo. En cuanto a Krist, él sintió su corazón dar un vuelco cuando lo oyó. Su Singto, el que él conocía, amaba ver el sol asomándose cada mañana y le entusiasmaba mucho sentir los primeros rayos calentando su piel, por eso aquel ejemplo le era especialmente conmovedor. Definitivamente lo quería mucho, demasiado.

—¿Y tú, cuánto me amas? —preguntó él, dejándose llevar por su juego. El rostro de Krist, sin embargo, endureció rápidamente ante el acorralamiento que él mismo propició. Él no quería mentirle, pero mucho menos quería hacerle daño, así que no tuvo opción que decir lo que tanto esperaba oír.

—Te amo tanto como tocar la guitarra o la batería. Te amo como a la música. —expresó él, algo dubitativo ante la posibilidad de que en esa realidad también amara tanto la música. Los ojos del mayor de pronto se aguaron y su sonrisa se ensanchó. Había dado en el clavo.

—Tramposo. —dijo él, regresando a su posición original sobre el pecho de Krist —Usaste el As, eso no es justo.—

Krist se quedó en silencio pensando meticulosamente lo que salió de sus labios, ¿había dicho una mentira? Las cosas entre ellos dos siempre fueron muy buenas y Singto era un componente muy importante en su vida y esa "mentira" había sonado muy sincera y muy fácil de decir, ni siquiera titubeó.

Algo en su interior se revolvió con fuerza. No era una mentira, él sentía ese cariño por su compañero. Y era un cariño demasiado grande.

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