Y en efecto, se trataba de un hombre descomunal, fornido, bastante velludo y moreno. Tenía la mirada tosca y la cara ajada por el sol. Vestía una especie de abrigo largo y parchado con pieles de animales, sus pies estaban forrados por también, atadas con correas de cuero. Llevaba cabellera larga, atada en una cola por otra correa, y la escasez de su barba y bigote hablaban de lo joven que era.
Cuando el gigante salió del bosquecillo, miró hacia su alrededor, como buscando algo o a alguien. Finalmente lo encontró, y fue hacia el cuerpo inerte del tatuado quien seguía desmayado y trató de reanimarlo, sin éxito. Entonces su gesto cambió, denotando una furia incontenible, y desparramando la vista localizó a las chicas del otro lado de la laguna. Se levantó y echó a correr hacia la orilla, dejando caer un atado de algo que parecía ser ropas oscuras y una especie de bastón. Las amigas se percataron entonces de lo que pretendía hacer.
— ¡Toph, va a saltar hasta aquí! — gritó Katara asustada.
— ¡Detengámoslo, pronto! — contestó Toph, elevando más rocas al aire y arrojándolas por encima de la laguna
El gigante ya estaba en el aire cuando vio venir los proyectiles, y los recibió a puñetazos destrozándolos todos. Katara entonces se armó de valor, y esperó el momento oportuno para arrojarle una gran manga de agua, que refrenó el aterrizaje del gigante haciéndolo caer en la laguna. Hubo un gran silencio, y las aguas se aquietaron al poco tiempo.
— ¿Dónde está? — preguntó Toph — no siento su presencia.
— No lo sé — dijo Katara —, no lo distingo en el agua. Tal vez se haya ahog...¡AAAAGGGHHHH!
Ninguna pudo seguir hablando. Dos inmensas manos surgieron del agua atrapándolas. Toph apenas podía asomar la cabeza fuera del puño que la aprisionaba, mientras que Katara mantenía la cabeza, los brazos y los pies libres. Cuando las tuvo bien sujetas, el gigante salió del agua rugiendo su victoria, para luego mirar a ambas con fiereza. Katara estaba muerta de miedo, pero pronto se convirtió en terror cuando se dio cuenta de que los puños del gigante se cerraban lentamente sobre sus cuerpos. Aunque pequeña, Toph tenía una fuerte constitución física, y soportaba como podía el abrazo luchando por liberarse, mas no así Katara, que sentía que pronto se desvanecería por la falta del aire.
De repente, el gigante dejó de apretar. Olfateó alrededor suyo, y en un momento dado hizo un movimiento brusco con un brazo, cubriéndose justo a tiempo de un triple ataque de aire, fuego y un conocido bumerán. Como había utilizado el brazo en cuya mano sostenía a Katara, ésta reaccionó un poco, alcanzando a respirar más.
— ¿Ch-chicos? — dijo quedamente, intentando aspirar tanto aire como pudiera — ¿So-son ustedes?
— ¡Suéltalas monstruo! — gritaba Sokka — ¿Chicas, están bien?
— ¿Acaso nos vemos bien gran tonto? — dijo Toph al escucharlo — ¡Vamos, hagan algo pronto!
En realidad, Toph se sintió aliviada al escuchar la voz de Sokka, aunque hubiese dicho una tontería. Los muchachos pensaban rápidamente en algún plan, pues se dieron cuenta que sus ataques eran poco efectivos contra el gigante, por hacerlos de forma tal que no lastimaran a las chicas. Por otra parte, se habían dado cuenta de que el enorme sujeto no los atacaba, sino que se limitaba a cubrir a sus presas y a él mismo de los ataques con sus enormes brazos.
— ¡No vamos a lograr nada si no atacamos con fuerza! — dijo Zuko desesperado.
— Pero si lo hacemos podríamos lastimar a las chicas — dijo Aang preocupado.
— Por eso debemos atacar con precisión — replicó Zuko —. Miren, tú Sokka lo distraerás como puedas, mientras Aang congela el agua a su alrededor. Con eso levantará los brazos, y entonces le lanzaré dos pewqueñas bolas de fuego, con las que le quemaré los dedos y soltará a las chicas, entonces las aspirarás con tu aire-control Aang, ¿entendieron?
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Avatar, la leyenda de Aang: Los dos hermanos
FanficToph sigue lastimada, y eso retrasa a todos en la búsqueda de Ozai. En una acampada, el Avatar y sus amigos conocerán a dos valientes hermanos que demostrarán ser poderosos aliados, y le enseñarán a la maestra-tierra que el amor sí puede llegar...