Los chicos sólo atinaban a mirarse entre ellos y a mirar hacer a los hermanos, que se afanaban a prepararlo todo para comer. Rápidamente tuvieron lista una sopa preparada con las verduras, y asaron algunos pescados y una gran pieza de carne que tenía gusto a cerdo. Hasta les prepararon algo a Appa y a Momo.
Por fin, la cena estaba lista, y muy bien presentada por parte del extraño. Toph no podía verla, pero se deleitaba con todos los aromas que le llegaban, y no cesaba de preguntar si ya podían comenzar a comer. En eso, el gigante se le acercó cuidadosamente, sin dejar de mirarla.
— Oiga — le dijo al guerrero —, ¿qué es lo que quiere su amigo conmigo?
— Oh, perdonen mis malos modales — le contestó el samurai —, permítanme presentarnos como se debe. Mi "amigo", como usted lo llama niña bonita, es mi hermano Garg, y yo soy... Bueno, pueden llamarme Zen. Y no se preocupe usted pequeña, Garg siente algo de culpa para con usted, y quiere redimirse entregándole un regalo.
— ¿Eh, de qué rayos está hablando? — dijo Toph sorprendida.
— Pues verá — explicó Zen —, sucede que en la laguna, mientras Garg las sujetaba, se percató de que sus pies estaban lastimados. Él no tenía intenciones de hacerles daño, pero piensa que tuvo algo que ver con sus heridas, y le trajo unas hierbas para curarlas.
— ¡Pero yo no quiero curaciones, no quiero hierbas, no quiero nada! — dijo Toph oponiéndose — ¡Mi amiga Katara me está curando, y sólo a ella le permito tocar mis pies y a nadie más! ¡¿Entendido?! ¡A nadie...! ¡Hey, qué demon...! ¡Suéltame grandote, bájame ahora!
Garg se había acercado lo suficiente mientras Toph hablaba, y tomándole una pierna la levantó de cabeza. Mientras la sujetaba así y ella forcejeaba inútilmente, el gigante sacó de su abrigo un ramillete de varias plantas de colores, lo mojó con la lengua y lo frotó en la planta del pie de Toph. De inmediato, ella dejó de quejarse, sintiendo un gran alivio, mientras todos con excepción de Zen hacían gestos de asco por lo que habían visto.
— ¡Aaaaahhhhh! ¡Qué delicioso se siente! — dijo Toph cambiando de humor y alzando la otra pierna —. Por favor, en el otro pie...
El gigante sonrió y tomó la reacción de la maestra-tierra como el perdón que buscaba. Con mayor cuidado repitió en el otro pie la misma operación, para luego dejarla sentada en el césped disfrutando el alivio que le dieron las plantas. Nadie se atrevió a decirle de qué estaban mojadas.
Vino la cena, que todos disfrutaron pues estaban bastante hambrientos por el viaje. Garg se retiró a comer junto a Appa y Momo, dejando ver que se sentía a gusto entre los animales. Mientras terminaban de comer, todos se presentaron debidamente y hablaron mucho con el misterioso samurai.
— ¿Cómo fue que nos encontraron? — preguntó Aang curioso.
—Simplemente los seguimos a cierta distancia y con mucho cuidado para que no se dieran cuenta — contestó Zen.
— ¿Y cómo lo hicieron? — dijo Sokka más curioso.
— Es un secreto — contestó Zen —. Si se portan bien se los diré.
Sokka puso cara de fastidio, ante las risitas de los demás.
— ¿Por qué no nos cuentas algo de ustedes Zen? — sugirió Katara — Por ejemplo, el cómo te volviste samurai, o por qué tu hermano y tú son tan diferentes.
Zen la miró fijamente con su único ojo por un momento, para luego cerrar ambos y comenzar a hablar mientras recordaba.
— Para eso tengo que contarles muchas cosas — empezó a decir el guerrero —, y la verdad, algunas no son muy agradables para mí.
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Avatar, la leyenda de Aang: Los dos hermanos
FanfictionToph sigue lastimada, y eso retrasa a todos en la búsqueda de Ozai. En una acampada, el Avatar y sus amigos conocerán a dos valientes hermanos que demostrarán ser poderosos aliados, y le enseñarán a la maestra-tierra que el amor sí puede llegar...