Niños elegidos (elegidos ¿para qué?), tamers, criaturas digitales, dispositivos, digi-evoluciones, muchos nombres acabados en "-mon", una puerta, un campamento de verano, una panadería, emblemas, transformaciones, espíritus, una puerta y... sí, cacas rosas.
Si me preguntaran qué es Digimon, probablemente respondería en primer lugar que es una serie de animación japonesa, y en segundo lugar que trata sobre unos niños que se encuentran, de no-necesariamente-casualidad, en un mundo que resulta ser digital, con unas criaturas-monstruos también digitales y que tiran cacas de color rosa a sus oponentes para protegerse cuando se ven en peligro... aunque, como probablemente se defendería más de uno, no todos ellos son así de violentos (y asquerosos). Estas criaturas se hacen llamar "digimon", palabra que proviene de la combinación y abreviatura entre "digital" y "monstruo" y que les viene como anillo al dedo. A mí me gusta imaginar que estas pequeñas criaturitas llevan intrínseco en sus genes el apartado de monstruo. "Pata-monstruo", "Birdra-monstruo", "Devi-monstruo" y así.
Pero volviendo al asunto que nos concierne, debo añadir un par de apuntes a mis primeras respuestas a la hipotética pregunta sobre qué es Digimon, y es que, para más de uno, esta serie no supuso solo una infancia emocionante cargada de peleas y transformaciones hipnotizantes, sino un antes y un después que marcaría, quizá sus vidas, quizás su ser, quizás tan solo una pequeña parte de lo que fueron, de lo que son o de lo que serán.
O por lo menos eso es lo que me ocurrió a mí.
Para mí Digimon no fue solo una serie que me hacía cargarme de energía y pelearme con mi hermana porque ella quería ver Pokemon y lo emitían a la misma hora en la televisión. Para mí Digimon supuso enseñanzas morales, fortalecer ideales, inspiración, apoyo, emotividad y mucho, mucho más que simples peleas y transformaciones hipnotizantes. La serie, con ya más sagas de las que he visto, suele estar plagada de tramas emocionantes, de personajes muy bien construidos y de enseñanzas, momentos y villanos que te ponen la piel de gallina. Todo esto siempre, por supuesto, teniendo en cuenta que se trata de una serie dedicada a un público infantil.
Pero es que puede que sea precisamente eso lo que la hace más interesante, porque de pronto, nuestro querido grupo de personas de Toei te muestra unos personajes maravillosos a los que les terminas teniendo muchísimo cariño y con los que acabas conectando de una manera en la que jamás pensaste que conectarías con un personaje de dibujos y... voilà, lo mata. Y se trata la muerte de forma directa, con todas sus consecuencias, y los niños deben seguir adelante porque sin ellos el mundo entero estaría perdido. Y tratan la distancia, las discusiones, la madurez, las peleas, la injusticia, el abuso de poder, la depresión, los duelos internos y las separaciones y las despedidas. ¿Infantil? Bueno, algo así.
No digo yo que Digimon sea la mejor serie de animación de la historia... ni lo he dicho ni lo diré porque no lo es ni de lejos, pero sí que se ha ganado en mi vida un hueco irreemplazable que ninguna otra podría ocupar (junto con otra serie, a ver si la adivinas). Digimon ha sido parte de todo aquello que me ha convertido en la persona que soy hoy, en quién quiero ser y en quién fui. Muchas de mis decisiones a lo largo de mi vida se han basado en lo que esa serie me ha aportado y enseñado, y tengo muchísimo más que agradecerle de lo que jamás podría decir. Porque, al fin y al cabo, somos lo que somos, y Digimon es parte de lo que soy, y espero que sea parte también de lo que seré.
Si me preguntaran qué es Digimon, lo que respondería sería que, para mí, Digimon ha sido mi gran apoyo durante años, mi profesor en muchos momentos y la serie que todavía me hace llorar cuando escucho su banda sonora. La única que me entendía cuando nadie más lo hacía y la única a la que yo parecía entender más de una vez. Aquella que me enseñó que todos tenemos algo que nos hace únicos, y que, al igual que todos podemos brillar, todos también podemos apagarnos de vez en cuando. Y que apagarse no tiene nada de malo, porque donde hay luz, siempre debe haber oscuridad.
Y para ti, ¿qué es Digimon?