Ｐａｎｏｒａｍａｓ

𝐼𝐼. 𝑌𝑢𝑖

—¡Kirito! ¡Es una niña! Basta, bájame.

La muchacha se inclinó hacia atrás y cayó de los hombros de su esposo, no le importó el dolor, de inmediato se echó a correr. Hizo un acercamiento con su vista y pudo ver cómo lentamente la niña que hace un rato había visto caminar, caía desmayada. Soltó un grito al llegar a su lado, Kirito la iba siguiendo y ambos se pusieron en cuclillas.

—Yui... Su nombre es Yui. —Cuando Kirito habló Asuna reparó en la barra de vida e indicadores de la niña. En efecto ese era su nombre, su barra estaba a la mitad, lo que la hizo estremecerse.

—Pobrecita.

—Debemos llevarla con nosotros.
—Musitó el chico tomando a Yui en sus brazos.

Asuna obedeció y ambos emprendieron el paso, siguieron hasta salir del bosque y seguir el camino de madera por dónde hace un rato habían compartido un lindo momento de enamorados en el cual la pelirroja gozaba montada en los hombros de Kirito. Al pasa por el lago, suspiraron aliviados, pues notaron que los pescadores ya se habían ido, no querían que les empezaran a formular preguntas sobre porqué de repente llevaban a una niña consigo.

La chica en un momento bajó el paso y los siguió por atrás, veía la espalda de Kirito y los pies descalzos de la niña, apenas reparó en su atuendo que era una túnica blanca algo sucia, sintió una inmensa tristeza que no pudo ocultar, ni siquiera cuando llegaron a la cabaña y después de acostar a la niña, su esposo trató de consolarla.

—Ella estará bien.

—Pero ningún cristal de curación ha dado efecto para que despierte —Comentó preocupada librando su vista de la del chico que le sostuvo las manos en un intento de darle ánimos—. ¿Cómo es posible que niños hayan quedado atrapados aquí? ¿Crees que sus pa... Padres sigan vivos?

Kirito suspiró mirando sus pies.

—Hace unos meses estaba rondando por el pueblo de los inicios cuando noté un extraño lugar, como una iglesia o algo así. Cuando me acerqué concluí que era un orfanato —Dijo mientras se sentaba del otro lado del sofá y miraba hacia la ventana—. No podemos saber nada de sus padres, pero cabe una posibilidad de que esta niña pertenezca ahí.

La pelirroja sintió una punzada de esperanza que demostró con una sonrisa. Finalmente imitó el acto de su esposo y se puso a devorar su sandwich, al menos hasta que escucharon una voz en la habitación y fueron deprisa.

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A pesar de todo el esfuerzo que habían hecho, no lograron encontrar rastros de los padres de Yui o cualquier persona que estuviera relacionada con ella. Al principio ella se mostraba confundida pero conforme los días pasaron, como era de esperar, se sintió amablemente acogida en aquella casa y les confesó a ambos que había quedado atrapada ahí con su hermana mayor. Y al tener en cuenta esto, Kirito no dudó en buscar rastro de ella en los demás pisos.

Esa tarde, Asuna y Yui convivían como las personas lo hacían en una relación de madre e hija, las dos reían animadamente. La mayor le contaba el supuesto arte que era cocinar en Aincrad.

—Verás, no se necesita de tanto esfuerzo para cocinar un estofado. Solamente cortas los materiales —Decía mientras daba pequeños toques con su cuchillo a las verduras y carne—, los metes todos en la olla, después al horno y listo.

Miraron con satisfacción cómo el reloj del horno empezaba a andar.

—Esto durará unos minutos, ¿Te importaría ir por los cubiertos que dejé en el cuarto?