IV

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Jefferson se encontraba en su carruaje, revolviendo una y otra vez sus desdichados pensamientos.

Decir que estaba nervioso era poco, estaba totalmente aterrado. Su pie golpeaba repetidamente el piso del carruaje mientras sus dedos rascaban con ímpetu las mangas de su saco, sentía la boca seca y un creciente nudo en la garganta; Jefferson aún cuando mayormente tiene una personalidad carismática y ciertamente social, no puede negar el existente temor que le hace temblar el corazón cuando hiere a un inocente al dejarse llevar por su carácter.

Calculaba que faltaban unos 2 minutos para llegar por fin a la fachada del caribeño y eso le hacía estremecerse, ¿qué se supone que debía hacer al llegar? ¿Tocar la puerta y qué más? ¿correr?

Su mente divagaba entre muchas opciones hasta que el carruaje se detuvo, sacándolo de sus pensamientos, provocándole una fuerte oleada de ansiedad que rápidamente buscó calmar.

Sus manos temblaban, sus pies temblaban, él temblaba, ¿cómo se suponía que lograría tan siquiera llegar a la puerta?

-Hemos llegado, señor-

El chófer, un hombre de apróximadamente 30 años le abrió la portezuela, invitándole cortésmente a bajar.

La voz del hombre sacó a Jefferson de su ensoñación y bajó rápidamente, dándole las gracias al chófer para después dirigirse hacia la puerta del caribeño; miró las flores naranjas que se encontraban a lado de la entrada y que combinaban perfectamente con el color de las paredes, dándole al edificio una atmósfera familiar. Nunca imaginó que Alexander tuviera tan buen gusto decorativo. 

Una vez frente a la puerta, suspiró y le dio tres golpes.

Ya estaba ahí, no era momento para retractarse.

Pasaron unos cuantos segundos y pudo escuchar unos pasos apresurados bajando unas escaleras y de repente la puerta se abrió con brusquedad.

-Dr. Stevens, pase por--

Jefferson observó al pequeño niño que se encontraba frente a él, mirándole con una mezcla extraña entre confusión e impaciencia, esto provocó en el sureño un extraño sentimiento de incomodidad, ¿qué se supone que debía hacer ahora?

-Oh, perdona niño, me equivoqué de dirección-

Jefferson rompió el silencio con vergüenza para después bajar los escalones de la casa rápidamente, chocando en su transcurso con un hombre que se encontraba al pie del primer escalón.

-¡Discúlpeme, señor, debí tener más cuidado!-

El sureño estaba bastante nervioso por la situación; primero llega a la casa del hombre que maldijo, se encuentra con un niño que le mira mal y después choca con un hombre que le mira peor, ¿qué más seguía? ¿que lo abofetearan? 

-¿Sr. Jefferson? ¿Qué hace aquí?-

El sureño dio un respingo, esa era una excelente pregunta, ya no lo sabía.

-¿Sr. Jefferson? ¿usted es el Secretario Jefferson?- 

Habló una vocecita infantil a sus espaldas,  sonaba entre impactada y molesta, Jefferson volteó enseguida y se encontró con el mismo niño mirándole seriamente con una ligera mueca molesta, el mayor no pudo evitar tragar saliva, se sentía acorralado.

La atmósfera se sumergió en cinco segundos llenos de un pesado silencio incómodo que fue roto por la misma vocecita aguda y joven.

-Disculpe mi descortesía, me extraño su inoportuna llegada, ¿gusta pasar?-

El joven abrió la puerta aún más, invitando a pasar al sureño con un ademán.

-Yo....bueno, yo...-

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⏰ Última actualización: Jul 21, 2019 ⏰

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